jueves, 20 de mayo de 2010

"El escritor que nunca existió." Bonifacio Berner. Por Alfredo Vanín Romero.

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"El escritor que nunca existió"
Por Alfredo Vanín Romero
GACETA, El País, Cali, Colombia.
Domingo 16 de Mayo de 2010. No. 948. Págs. 8 y 9

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Alfredo Vanín Romero.
Foto publicada en Gaceta
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LO PUBLICADO EN GACETA
(Página 8)
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"El escritor que nunca existió."
Por Alfredo Vanín Romero *
Especial para GACETA (*Poeta y escritor afrocolombiano)
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Siempre será preferible que muera un personaje de ficción, a constatar la muerte de alguien que ha andado cerca de nosotros en sus últimos años. Lo digo, para el caso de la ficción, con alguna reserva: el mundo literario de Borges está lleno de escritores o libros que jamás existieron, pero a los que la escritura les dio la fuerza de la verosimilitud. La muerte de don Quijote nos obligó a cerrar el libro con algo de risa y dolor en el alma. La muerte del Coronel Buendía fue esperada pero demasiado triste, incluso para el mismo autor, que confesó haber llorado cuando escribió el capítulo en el que el Coronel se duerme para siempre re­costado al árbol de castaño, en el patio irrepetible de la gran casa de Úrsula en Macondo.
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Ahora me toca pronunciar el réquiem por alguien a quien jamás conocí y a quien no conocerá nadie porque jamás existió, pero al que yo había empezado a divulgar entre los lectores que siguieron el prólogo de la antología “Palabras pacíficas”. El relato es para una novela que quizá ya esté iniciada por el duende que lo empezó todo y a esta hora se estará riendo de la travesura, a quien quiero felicitar y comentarle que sus notas estarán en el cuerpo de la segunda edición.
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Se trata del pretendido escritor colombo-sueco Bonifacio Berner, cuyo trazo biográfico descargó de la Internet (esa galaxia que tiene de falaz lo mismo que de herramienta inevitable) un amigo, hace casi dos años. Al recibir la nota, sentí que se trataba de un personaje que era necesario reivindicar por dos motivos: había nacido en el Pacífico, en Tumaco, a los seis meses había sido adoptado supuestamente por una pareja de académicos suecos quienes lo llevaron a Europa y con ellos recorrió el mundo. Era poliglota y escritor precoz. Según la nota, había ganado el premio de narrativa Cortázar y había escrito una novela imprescindible en Europa. Sus padres mueren en un accidente automovilístico y él se desquicia. Viaja a conocer su pueblo, escribe un artículo inolvidable en su diario y luego aparece muerto en un hotel de Sidney, con un tiro en la cabeza, con el arma que había heredado de su padre. Tal vez por ligereza, pero también con el deseo de acoger a alguien nuevo para las letras del Pacífico, decidí transcribir la noticia en la antología.
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El autor de la nota no ha sido aún evidenciado. Los rastreas que hice a partir de la primera constatación me llevaron a una revista virtual llamada Balada del Elefante Azul ( http://bluelephant.blogspot.com/2005/04/efter-att-du-har-lst-det-kommer-du-att.html ), y en una segunda búsqueda encontré que en ella se establece un juego literario llamado "La tiranía del lector", en la que se propone un juego de ficción harto audaz. Al hasta ahora desconocido autor de la invención de Bonifacio Berner le plantearon: "Usted nace en Tumaco (Col) y a los seis meses ..." etc., etc .
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La trama de la biografía y sobre todo la belleza del texto del Diario me atraparon y atraparon al poeta Pepe Zuleta, y también a los poetas y periodistas Gabriel Ruiz, director de NTC … y Álvaro Burgos, entre otros. Una entrevista mía fue publicada en el periódico El Popolo de Tumaco, donde daba cuenta del hallazgo. A propósito de un recital mío, Alvaro Burgos me requirió un repaso de la nota sobre el escritor Berner. Dos días después, apareció su columna en el diario El País de Cali (Colombia). La columna me sirvió para volver en busca de datos sobre el escritor que, sin embargo, no daba mayores señales de vida. Según un lector de la columna, nadie lo conocía y me atribuyó la invención. Una nueva lectura de la revista me convenció por fin que se trataba de una ficción literaria. Para constatarlo, sólo digiten en su navegador Bonifacio Berner, y aparecerá como referente la nota aparecida en Balada del Elefante Azul, la nota de NTC … y la de Álvaro Burgos, como únicos testimonios de lo que creí era una historia que merecía ser lanzada a los cuatro vientos. Yo que he sido crítico de la Internet por sus ligerezas, fui ligero esta vez y arrastré a otros a creer en la existencia de Bonifacio.
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La revista es editada al parecer por colombianos, tal vez desde Suecia. Quién sabe. Lo cierto es que perdimos en el Pacífico la existencia de un gran escritor, pero ganamos un texto sobre Tumaco que es irremplazable, hecho por un escritor que sabe del oficio y conoce la región o ha escuchado hablar de ella. Sea quien sea, mis respetos, aunque sobra decir que mejor le fue al redivivo Pierre Menard de Borges.
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El poeta Zuleta me comentó luego: "La ficción es infinita. La realidad no”. Burgos dijo: "Tengo el título de mi próximo poemario” . El escritor y antropólogo Óscar Olarte alcanzó a gritarme: "Bonifacio ya existe".




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Página 9.
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El escritor y antropólogo Óscar Olarte alcanzó a gritarme: "Bonifacio ya existe".
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A propósito, el corresponsal del periodista Burgos afirmaba que ese personaje era invención mía, mi alter ego, como el Maqroll de Mutis. Gracias por la generosidad, y en verdad ya voy cerca: mis alter ego han sido marineros, como Maqroll, o tahúres como el poeta Francois Villon, al que me hubiera gustado inventar si no hubiera existido.
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A continuación transcribo el texto que aparece en la web.
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Efter att du har läst det kommer du att förstå det.
http://bluelephant.blogspot.com/2005/04/efter-att-du-har-lst-det-kommer-du-att.html
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El diario de Bonifacio Berner fue encontrado bajo su cama el mismo día de su muerte, en una maleta que contenía bajo un montón de ropa sucia textos escritos por Berner entre 1985 y 2003 que incluyen, además del diario, una colección de al menos trecientos poemas inéditos en sueco, inglés, francés y español, cuatrocientos cincuenta folios de una novela sin terminar titulada Det är bättre att prata långsamt (Es mejor hablar lentamente) y aproximadamente cuarenta cuentos en diferentes estados de desarrollo.
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Todos conocemos la faceta pública de Berner: poeta precoz hijo adoptivo de un par de académicos Suecos, ganador a los catorce años del premio Cortazar al mejor cuento en español otorgado por la Asociación Latinoamericana de Escritores en Europa (ALEE) por su relato ¿Qué comimos al almuerzo? y miembro fundador a los doce años del movimiento pancreativista con su novela corta A comprehensive study of pure evil, libro considerado de lectura obligatoria en cursos de doctorado en Postcontemporary European Literature en varias universidades americanas y europeas. Sin embargo, poco se sabe acerca del Berner con quien tuve la oportunidad de conversar brevemente en Boston en enero de 2003, dos meses antes de su sorpresiva muerte: un hombre reservado, un poco irasible, que hablaba con la cadencia extraña de aquellos privilegiados que hablan más de tres idiomas con sobrada fluidez pero no consideran ninguno como propio.
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Ahora se ha puesto de moda hablar sobre él. Recientemente vi un documental donde García Marquez se refiere a Berner como su sucesor natural y otro en que varios colombianos eminentes hablan de sus dudosos encuentros con un Berner dicharachero y erudito que parecía entender la problemática nacional mejor que cualquiera. Nada de eso vi en mi breve encuentro con Berner en enero de 2003 cuando coincidimos en un pequeño congreso de escritores latinoamericanos en Boston promovido por la embajada uruguaya en Washington. Nuestra conversación giró en torno a Tumaco, donde había nacido, y la primera vez que volvió allí tras una prolongada ausencia de diez años en los que recorrió medio mundo en compañía de sus padres adoptivos (el otro medio lo recorrería un par de veces entre los 10 y los 23 años, cuando decidió voluntariamente terminar su vida usando el revolver que le dejó su padre). No recuerdo sus palabras exactas, pero me parece escucharlo cuando leo lo que escribió ese día en el tercer volumen del diario de su vida, un cuaderno de portada verde que, como todos, se inicia y termina con la frase Efter att du har läst det kommer du att förstå det:
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12 de marzo de 1991

Tumaco es una ciudad sumergida. Por éso hay barro en todas las calles, por éso cuando los niños corren por la playa sus saltos se prolongan y a veces nos parece verlos volar sobre las olas agitando sus brazos, realmente nadan. Tumaco es una ciudad de ahogados felices que viven vidas maravillosamente falsas protegidos por la falacia de su no existencia. Volver a Tumaco me hace dudar seriamente que todo lo demás exista, el mundo pierde peso sentado en la arena viendo pasar a copias idénticas de esa imagen extraña que todos los días veía en el espejo y jamás reconocí como mi mismo. Tumaco me reconoce y abraza con su halo denso y mojado, me dice hijo con cada rugido de su mar.
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Hoy fui a una tienda, pedí una coca-cola y me senté afuera en la terraza a tomármela. Pasaron varias mujeres que podrían ser mi madre. Una se quedó mirándome un rato y yo le devolví la mirada. Tenía los ojos oscuros y grandes, me miraba con nostalgia y extrañeza, levanté mi mano para saludarla, le dije Buenas tardes, cómo había escuchado decir al tendero hacía algún rato, y ella me respondió bajando la cabeza, sonriendo y agitando un poco la mano. Tenía un vestido rojo ceñido al cuerpo y cargaba una bolsa con tomates y maiz en su mano, no recuerdo cual. Luego caminé hasta llegar a la playa, seguí el malecón hasta el puerto y vi por primera vez los barcos en los que mi amigo Jeremías partió algún día hacia Europa para nunca más volver.
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No traje muchas cosas para leer, apenas un par de libros. Leí unas páginas ayer y las hojas se deshacían al contacto con la piel, se volvían una crema grisacea, suciedad pura. Terminé botando el libro a la basura. No hay librerías en Tumaco, es imposible leer debajo del agua, ahora lo entiendo. Lo que no entiendo es por qué escapó Jeremías. De poder hacerlo, me quedaría a vivir en este lugar por siempre, vivir en pos de las corrientes y no de mi mismo. Éste es uno de los días más felices de mi vida, me quedan siete.
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Me acuerdo que le pregunté cuál era su siguiente puerto. Me contó que Lisboa, que siempre iba a Lisboa después de pasar por Estados Unidos, que Lisboa era desintoxicante. Leo aquí en el diario que fue a Lisboa, luego estuvo en Barcelona unos días visitando a su buena amiga Cinga Alpert y recorriendo galerías, luego viajó a Oslo y comió salmón en el mismo restaurante al que lo llevó su padre cada vez que visitaban Noruega, luego estuvo en Londres cuatro días escribiendo sentado a la vera de The serpentine poemas en inglés que, borracho, arrojó al Támesis la última noche. Luego dejó de escribir por un mes y la siguiente entrada lo sitúa en Taiwan, que conoce como la palma de la mano y que recorre buscando un libro que le recomendó alguien en San Francisco (Una edición de lujo de la historia del Monje Tang y su peregrinaje por los valles dorados en busca de los siete templos sagrados). Menciona también una llamada telefónica donde María del Pilar, su editora, le da la noticia que su tercera novela ha sido publicada en España. No muestra mucho júbilo al respecto. Al final, anuncia que ya compró el tiquete a Singapur y, casi sin corte, nos lleva a la narración de un último encuentro con Amalia, la argentina que fue su primer y gran amor.
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Dos páginas donde su letra recobra la vitalidad de días mejores nos narran una noche luminosa caminando por Singapur que culmina en un tour nocturno por el zoológico. Hablan de leones y de jirafas y de quién tiene la lengua más larga; discuten la disposición de los animales y cada uno tiene una razón distinta para justificarla; se sientan frente a un gorila panzón que los mira con igual o mayor interés del que ellos muestran por él. Tras salir del hotel, van a la habitación de Amalia, donde se despiden con un beso y la promesa de reencontrarse de nuevo en un año en Estambul, para celebrar su siguiente cumpleaños. Éste es uno de los días más felices de mi vida. El décimo, no me quedan más dice el diario que se cierra con esa entrada seguida del siempre enigmático "Efter att du har läst det kommer du att förstå det." *
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Tres días después, Bonifacio Berner apareció muerto de un tiro en la frente en una suite de un hotel en Sydney. Tras ser incinerado, sus cenizas fueron arrojadas al oceano pacífico en el puerto de Tumaco. Allí descansa feliz, ahogado, sumergido para siempre.
* "Después de leer esto, usted lo entenderá".
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Esta entrada hace parte de la serie La tiranía del lector y reponde al tema propuesto por Ovidio: Usted nacio en Tumaco (COL), fue adoptado a los 6 meses por una pareja de sociologos suecos. Y desde entonces dan vueltas por el mundo. Nunca han estado mas de seis meses consecutivos en el mismo pais. Describa con detalle los mejores 10 dias de su vida en esas primeras 18 primaveras que compartio con sus padres adoptivos, antes de que ellos murieran en un tragico accidente de transito. Gracias a Jaime por darle un hilo conductor a la historia de Bonifacio, que llevaba en el tintero un buen rato.
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Campana. Por: Álvaro Burgos Palacios Bonifacio Bergner, el escritor . Marzo 08 de 2010
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Actualizó: NTC … / gra . Mayo 20, 2010, 12:24 PM
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