jueves, 14 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa. Compilaciones NTC ... ( V ), Octubre 14, 2010.

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Compilaciones NTC ... sobre MVLL
"Espacio de difusión, reflexión y opinión sobre la vida y obras de MVLL
que dan para recorrer múltiples aspectos de los últimos 50 años
de la vida culural de América Latina y el mundo."
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Compilaciones Nos Topamos con ... Mario Vargas Llosa.
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Vargas Llosa y sus críticos
Por: Juan Carlos Botero

El Espectador .com 14 Oct 2010 - 9:54 pm . http://www.elespectador.com/columna-229693-vargas-llosa-y-sus-criticos , Impreso Oct. 15, 2010

NINGÚN OTRO AUTOR VIVO SE MERECÍA más el Premio Nobel de Literatura que Mario Vargas Llosa, y por eso resultan insólitas las críticas que se han escuchado en torno a su obra luego del anuncio de la Academia Sueca.

Es legítimo que a unos no les agraden los libros del escritor peruano. Sabemos que en el arte reina la subjetividad, pero esta no es una cuestión de gustos sino de conocimientos, pues los reparos que se han oído son simplemente erróneos. Por fortuna son voces minoritarias, pero sorprende que algunas provengan de escritores, profesionales que, uno pensaría, han estudiado y trabajado los textos, que deben tener el criterio para reconocer la maestría de alguien capaz de escribir, entre muchos otros, Conversación en la catedral, La ciudad y los perros, Historia de un deicidio, La fiesta del Chivo, La orgía perpetua y La guerra del fin del mundo. En Colombia se confunde la crítica con el insulto, pero da pena ajena ver a un novato fustigar a un maestro.

La prosa de Vargas Llosa es gris e insulsa, dicen los críticos. Discrepo. Sin duda, hay autores cuya prosa impacta por lo bella, que truena y retumba como la de Faulkner, o envuelve y hechiza como la de García Márquez. Pero hay otros cuya prosa se caracteriza por la claridad, como la de Hemingway, o por la eficacia, como la de Kafka. Su mérito mayor es la transparencia, el hecho de que sea tan eficiente que se torna invisible y no llama la atención, al punto que leemos la historia y se nos olvida que alguien nos la está contando. Este es el caso de Vargas Llosa. La sencillez de su prosa es engañosa, porque lograr semejante nitidez en la articulación de las ideas o en la acción de los personajes es de una gran dificultad. Y que eso no lo capte un escritor es inexcusable.

Otra crítica es que Vargas Llosa no ha creado personajes memorables. Al contrario: el peruano ha creado un mundo propio lleno de gente fascinante como el Jaguar, Mayta, Moreira César, el barón de Cañabrava, la niña mala y muchos más. Hasta sus personajes históricos, como el dictador Trujillo o el pintor Gauguin, son magistrales. Y no porque éstos hayan existido en la realidad, sino por la excelencia del retrato que traza de ellos Vargas Llosa. El punto de partida de esos protagonistas es el individuo histórico, pero son personajes escritos y, por ende, literarios, creados por el peruano, y su talento es lo que los hace parecer, ante nuestros ojos, como verosímiles y reales. Eso también lo debe saber todo escritor.

La tercera crítica es que la obra de Vargas Llosa carece de ideas y es insólita. En ciertos autores, como Borges o Sábato, sus ideas son más evidentes, pero toda creación artística es el resultado de convicciones precisas, las que hacen que un autor escriba de una forma y no de otra. En el caso de Vargas Llosa se puede decir, incluso, que cada una de sus novelas obedece al deseo de brindarle carne, cuerpo y peso humano a una idea. Su rechazo al fanatismo, su desencanto con la izquierda, su fascinación con la ficción, su condena a la violencia y su concepto del Perú, cada una de estas ideas tiene una novela que la encarna. Por eso, y por mucho más, él se merecía el Nobel. En fin, estas críticas no hablan mal de Vargas Llosa. Hablan mal de quien las esgrime.
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La cholera del Nobel
Por Medardo Arias Satizabal

EL PAÍS, Cali, Octubre 14 de 2010
http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/medardo-arias-satizabal/cholera-del-nobel

‘Cholera’ en inglés es cólera, mas en nuestra América mestiza, es un cambio de humor drástico, una propensión a la melancolía, un resabio o un capricho; quiere expresar un rasgo cultural de los ‘cholos’, como se denomina genéricamente a los nativos de América o sus descendientes.

Por supuesto, Mario Vargas Llosa, el nuevo Nobel de Literatura, está lejos de montar en cólera, o de haber contraído la enfermedad del mismo nombre, que fuera motivo de una novela de su ex-camarada García Márquez, cuando imaginó una historia de amor imposible en medio de los estragos de la peste en Cartagena de Indias. Rebosa, por el contrario, de felicidad y optimismo por estar a punto de recibir el lauro mayor.

En un título audaz la revista Semana hizo una paráfrasis de ‘La fiesta del chivo’, y puso bajo la foto de Vargas Llosa, lo que algunos consideran ominoso: “La fiesta del cholo...”

Mas no fue un descendiente de Rafael Leonidas Trujillo, el dictador dominicano, el que le devolvió esta pelota envenenada al autor. El titular, producto seguramente de un ‘brain storm’ de consejo de redacción, tuvo la mala suerte de encabezar un texto iluminado de Marianne Ponsford, una de las plumas periodísticas y literarias más acertadas del país.

El titular, origen de un debate intelectual * hoy en Colombia, al cual han acudido ya Carlos Vidales desde Estocolmo y Óscar Collazos desde Cartagena, no tiene, en mi concepto, ningún ingrediente ofensivo, ni tuvo, faltaba más, una mala intención. Reconoce, por el contrario, la naturaleza mestiza del Nobel, su indudable origen incaico. Se trata además de un asunto de contexto; Vargas Llosa puede ser ‘blanco’ en el Perú, pero en Europa su mestizaje, que sabe llevar con donaire y elegancia, es evidente. Como lo fue el de García Márquez, a quien trataban en París como inmigrante árabe.

Sé que Vargas Llosa se siente orgulloso de su sangre indígena, como García Márquez de su mezcla racial, la misma que representa a nuestra América del Sur. Ninguno de los latinoamericanos que ha recibido el Nobel puede afirmar que era ‘blanco’ en el sentido de la palabra, pues estaban todos bañados por los ríos profundos de las etnias que han hecho aquí una amorosa amalgama. Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Vargas Llosa, tocados todos por Mapuches, Mayas, Araucanos, Aztecas, Tlacaltecas, Caribes, Incas. A mucho honor. Como anotaba certeramente el notable poeta cubano Nicolás Guillén, “aquí el que no tiene Dinga, tiene Mandinga...”

Obvio, Vargas Llosa no es el cholito de ‘Laura en América’ -cholito o cholita en Perú es una expresión cariñosa entre parejas-, el expoliado de ‘Conversación en la Catedral’, el exponente de la ‘cholada’ anónima al que los descendientes de la Lima virreinal ven todavía como un lastre social. Es claro que Vargas Llosa no conoció a su novia "en una pollada", pero jamás podrá sacudir de su humanidad el susurro quechua que corre por toda su obra como un chiflón de la sierra.

Entre escritores se ha vendido la idea de un Vargas Llosa de origen noble, casi aristocrático, en Arequipa. Mas él mismo se encargó de desmentir la leyenda, en una extensa crónica en la que recordó cómo sus padres fueron también inmigrantes pobres en Estados Unidos, a los que les tocó fregar pisos y limpiar apartamentos. Alfredo Bryce Echenique, el otro gran escritor peruano, sí pertenece a una familia muy rica, otro día propietaria de bancos.
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* Nota de NTC …: ver: Mario Vargas Llosa. Compilaciones NTC ... ( III ), Octubre 11, 2010. ,
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2010_10_11_archive.html
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La geopolítica del Nobel
Por: Oscar Collazos

El Tiempo , Impreso Oct. 14.
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/scarcollazos/scar-collazos-la-geopolitica-del-nobel_8129567-4

El Nobel a Vargas Llosa acaba de sacar de la baraja al autor de 'La muerte de Artemio Cruz'
Hubiera bastado la publicación de La fiesta del chivo (2000) para que la Academia Sueca hiciera hace diez años justicia y le diera el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa. Es una novela concebida en grande, una disección del poder y de la tiranía, grande como La casa verde (1966), Conversación en La Catedral (1969) y La guerra del fin del mundo (1981).

Ese año, el Nobel fue para el chino disidente Gao Xingjian. En el 2001, los suecos premiaron a V. S. Naipaul. Y, como si la literatura en lengua inglesa se estuviera trasladando del centro europeo a la periferia americana, once años atrás se había reconocido la excepcionalidad de uno de los mayores poetas vivos del Caribe: Derek Walcott. Un pequeño salto de Trinidad a Santa Lucía.

La repartición estratégica de cada año se hizo más difícil al final de la Guerra Fría. El Nobel debía mirar hacia la Europa del Este y lo hizo premiando a Imre Kertez y a Hertha Müller. Miró hacia el África ilustrada y tuvo que atender zonas culturales añadidas a la "nueva Europa", como Turquía, después de haber dado la bienvenida a Portugal. Mientras tanto, incurría, otra vez, en lamentables olvidos. Thomas Bernhard, por ejemplo.
América Latina empezó a verse en un segundo plano. Había estado en el centro de la literatura de medio siglo XX. Ya no era la literatura emergente y exótica en un continente socialmente convulsionado, sino una literatura contemporánea de las literaturas del mundo. No en vano, había tenido ya entre los premiados con el Nobel a Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Octavio Paz.

En el 2003, el Nobel rescató de su condición de escritor casi escondido al sudafricano J. M. Coetzee. ¿No era todavía el turno para otro latinoamericano? Se especuló que podría ser Carlos Fuentes. Pero, ¿por qué no pensar en Gonzalo Rojas, el inmenso poeta chileno?

Lo cierto es que el Nobel a Vargas Llosa acaba de sacar de la baraja al autor de La muerte de Artemio Cruz. Cerró, además, el capítulo latinoamericano de la novela del siglo XX.
Los criterios geopolíticos de la Academia Sueca, consistentes en repartir el premio por áreas y en coyunturas políticas especiales, habían aplazado sine die el Nobel al autor de Los cuadernos de don Rigoberto (1997).

No creo que en esta decisión contaran demasiado las ideas políticas de Vargas Llosa, como habían contado las de Borges en una época atravesada por la Guerra Fría.

La Academia Sueca debió de haber considerado que no sólo premiaba a un formidable renovador de la novela realista y al último de los latinoamericanos del boom, sino a un intelectual coherente en sus principios democráticos y en su talante liberal, en contravía de las utopías revolucionarias.

El premio a Octavio Paz envió una doble señal: reconoció a una de las obras mayores de la poesía y el pensamiento latinoamericanos del siglo XX, y le dio un lugar de privilegio al temple antitotalitario de un hombre que había creído en su juventud en el proyecto socialista.

El aplazamiento a veces irritante del premio a Vargas Llosa parecía una decisión geopolítica.

Este Nobel tiene muchas lecturas. Me quedo con tres: una, es el último reconocimiento al representante más joven de la tradición en lengua española que consolidaron los novelistas del boom latinoamericano; dos, es el premio a la mística del escritor, y tres, es la legitimación de un intelectual necesario, por lo controvertido, en el debate de las ideas y en el frágil equilibrio de nuestras democracias.
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Que lo rechace
Por: Juan Esteban Constaín
catuloelperro@hotmail.com
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El Tiempo, impreso, 14 de Octubre del 2010. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/juanestebanconstan/que-lo-rechace_8129599-4

No me lo van a creer -claro que no-, pero el sábado 2 de octubre, es decir 5 días antes de que se anunciara la noticia, mi amigo Filo Ben Alcazarcabir, gran filósofo cordobés y averroísta, predijo el Nobel para Mario Vargas Llosa.

Lo hizo, además, con un argumento irrefutable: ya que el verdadero objetivo de la Academia Sueca no es decidir al laureado sino sorprender y atormentar a todo el mundo con esa decisión, este año no había mejor candidato que él.

Ninguno que desafiara más las apuestas y las cábalas de los expertos; ninguno que se lo mereciera más, razón por la cual, desde hace años, se pensaba que ya no se lo iban a dar nunca. ¿Vargas Llosa? Na. Se lo merece demasiado.

Pero bueno: no exageremos. No seamos injustos. El objetivo de la Academia Sueca no es sólo jugar con el sistema nervioso de quienes viven obsesionados todos los años con el Nobel. No. También tiene, la venerable casa, la misión de preservar y exaltar los prodigios de la lengua sueca, que como se sabe son una parte imprescindible, determinante, de la cultura occidental.

Lo del premio es una obligación tardía e ingrata, tanto que quizás sea esa la razón por la cual muchos de los premiados en la historia parecerían escritos por la perversidad o por la venganza, por la intriga.

Como si los escogiera el doctor López Michelsen, o como si se cumpliera el terrible elogio de Borges (creo): unos buenos señores sin ninguna importancia cuya importancia está en decidir quién habrá de ser importante.

Y el pobre Vargas Llosa ya iba camino de convertirse en una de esas injusticias memorables de la Academia Sueca. Entre más rondaba su nombre, más desdén le imponía la venerable casa. "¿Vargas Llosa? Na: mejor que este año sea algún poeta uzbeko que les canta a los azadones, o el aforista este de Andorra que escribe tan bien y que es tan comprometido y tan sensible". ¿Vargas Llosa? No: este año no, y el otro tampoco, ni el otro ni el otro. Hasta que algo vino a romper el conjuro, no se sabe exactamente qué. ¿El libro sobre Onetti, la inminente novela sobre los horrores del Congo belga? No lo sé.

Tal vez sea lo que dice mi amigo Filo, y es que ningún nombre iba a acomodarse mejor al criterio de selección de la Academia -la sorpresa, la extravagancia- que el de Mario Vargas Llosa; o tal vez sea que los académicos ya están viejos y cansados, y se aburrieron de girar el mapamundi. O tal vez sea que la justicia sí existe, aun cuando del Nobel se trata.

Porque nadie se lo merecía más que Vargas Llosa. Habrá otros más refinados, como Cees Noteboom o Claudio Magris, y otros más eruditos como Umberto Eco, y otros más profundos, como Adonis. Las consideraciones subjetivas y caprichosas de todo premio. Pero Mario Vargas Llosa le ha dedicado la vida entera a la literatura, y lo ha hecho con una voracidad y un talento poco comunes. Pasando, además, por todos los géneros, con maestría, con pasión intelectual. No es posible que al autor de Conversación en La Catedral o La guerra del fin del mundo, o la Carta de batalla por Tirant lo Blanc, no le fueran a dar el Nobel, no.

Y si de compromiso político y social se trata, pues Vargas Llosa lo ha ejercido casi desde niño. Con la única coherencia que vale la pena en la vida, que no es la de las ideas sino la de la forma de pensar, la del pensamiento. La primera -creer y decir siempre lo mismo, con orgullo- suele llamarse también estupidez, la segunda, sabiduría. Este es un premio a un espíritu libre que honra a la Academia.

Aunque ahora que ya lo tiene debería rechazarlo, Marito, y darles a los académicos una cucharada de su propio veneno. Que se pongan su diplomita toga arriba, por Borges. O toga abajo: con ellos nunca se sabe.
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¿Un peruano con suerte… o con talento?

POR Leonor Fernández Riva
Diario Occidente, Cali, Octubre 13, 2010. http://www.diariooccidente.com.co/noticias_colombia77461.html y http://columnas-de-opinion.blogspot.com/2010_10_01_archive.html

El premio Nobel que la Academia Sueca ha otorgado a Mario Vargas Llosa, un escritor calificado como monumental por la comunidad literaria mundial, es un honor no solo para las letras y el pueblo peruano sino también para toda Latinoamérica.

Desde 1990, año en el que el Nobel fue concedido a Octavio Paz, ningún otro escritor de lengua española se había hecho merecedor a este galardón, razón de peso para que todos los latinoamericanos e hispanoparlantes celebráramos como propio este gran acontecimiento.

Mario Vargas Llosa no es un aparecido en la literatura. Hizo parte del boom latinoamericano, el movimiento de jóvenes escritores que en la década de 1960 a 1970 cambió la forma en que la cultura latinoamericana era vista en Europa; movimiento en el que también militaron en su momento Julio Cortázar, de Argentina; Carlos Fuentes, de México; Gabriel García Márquez y José Ortiz, de Colombia, y José Donoso, de Chile. Vargas Llosa nació para escribir. Y lo ha hecho con genialidad, dedicación y disciplina a lo largo de más de cincuenta años. Su genio ha sido reconocido y premiado en todos los medios y concursos literarios.

El Nobel era prácticamente el único premio que aún no había recibido. La lista de reconocimientos a su obra es bastante larga. Aquí me refiero a algunos de ellos:

Premio Leopoldo Alas, por el cuento "Los jefes" (1959); Premios Biblioteca Breve y de la Crítica Española, por "La ciudad y los perros" (1963); Premios de la Crítica española, Nacional de Novela en Perú y Rómulo Gallegos del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Venezuela, por "La casa verde" (1967); y Ramón Godó Lallana de Periodismo (1978-1979), por "La libertad y la crítica"; Premios Literarios del Instituto Italo-Latinoamericano (1980), por "La tía Julia y el escribidor"; el Pablo Iglesias de Literatura (1981), por "La guerra del fin del mundo". Los premios Hemingway (1985); Jerusalén (1995); Mariano Cavia de Periodismo (1997); Internacional Menéndez Pelayo (1999); Libro del Año de los Libreros de Madrid (2001), por "La fiesta del Chivo"; y la Medalla peruana de la Orden El Sol (2001). El Premio de la Asociación Dominicana de Periodistas y Escritores (2002); el Nabokov del Pen Club de EEUU (2002); el Internacional de la Fundación Cristóbal Gabarrón de las Letras (2002); Bartolomé March al mejor ensayo de crítica literaria (2002) por "La verdad de las mentiras"; Premio Ateneo Americano de la Casa de América (2002); Gran Premio de Budapest (2003); y la Medalla Honorífica del Congreso peruano, en grado de Gran Cruz (2003). Galardonado igualmente con el Premio Internacional Grinzane Cavour, de Italia (2004); el Mercosur a las Letras de la fundación argentina Konex (2004); el Fernando Lázaro Carreter (2005); el Irwing Kristol, del American Enterprise Institute-AEI (2005); la Medalla Internacional de las Artes de la Autonomía Madrileña (2005); el Internacional Don Quijote de La Mancha (2009); la Orden Rubén Darío, de Nicaragua, en grado de Gran Cruz (2006); y una larga lista de doctorados "honoris causa" de Universidades de España, América, Europa e Israel. El 24 de septiembre de 2009 fue galardonado con el Premio Internacional de Ensayo Caballero Bonald 2009, dotado con treinta mil euros, por su libro "El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti " (2008), una obra en la que analiza en profundidad la vida y la obra del escritor uruguayo, al que define como "el primer escritor moderno en nuestra lengua".

Pareciera entonces que el pasado siete de octubre América entera vibraría de orgullo al enterarse de que el más alto reconocimiento concedido a un escritor había recaído en uno de sus hijos más ilustres, el escritor Mario Vargas Llosa.

No ha sido así. El Nobel tiene muchos antagonistas. Quienes no le perdonan a Mario Vargas Llosa su alejamiento de las ideas izquierdistas se solazan en ubicarlo en una derecha recalcitrante. Ignoran o quieren ignorar que es un hombre de centro derecha, un demócrata en el mejor sentido de la palabra, comprometido solo con la libertad. En un orbe interconectado en el que el inglés se ha convertido en el vehículo fundamental de la globalización, el castellano expande sus fueros. Las palabras del escritor ayudan a crear un mundo mejor, más libre y solidario, más auténtico y real. Los verdaderos escritores son oráculos de ideas. Vargas Llosa ha estado siempre consciente de ello. Por eso, de manera responsable, ha intervenido en los grandes debates de nuestro tiempo. No hay tema relevante que su poderosa inteligencia no haya analizado. La democracia tiene en él a uno de sus más sólidos defensores. Su pluma ha estado siempre al servicio de la libertad, y sus novelas, al contrario de lo que dicen sus detractores, no están teñidas de politiquería, de racismo ni de cualquier otro factor excluyente o vindicador. En el año 2008 retiró en España su apoyo público al Partido Popular para dárselo a la formación Unión Progreso y Democracia (UPyD), porque como lo expresó en ese momento no se sentía representado en "actitudes conservadoras reticentes" respecto al laicismo o la homosexualidad. Ya mucho se ha hablado de este tema y bien sé que las posiciones de algunos medios literarios son a este respecto inamovibles. Hay demasiado resquemor. No fue pues una buena noticia para algunos de ellos enterarse de este nuevo reconocimiento hecho por la Academia Sueca a Vargas Llosa.

Y, sin embargo, difícilmente se podría encontrar un enunciado más despectivo para reseñar este acontecimiento que el de “un peruano con suerte”, título de una columna escrita por alguien a quien admiro mucho, el reconocido escritor palmirano Julio César Londoño, en la que el autor hace gala de su habitual estilo sardónico. Por lo general este ingrediente añade picante a sus columnas pero en esta ocasión me ha sorprendido negativamente porque sus comentarios sesgados e irónicos en contra de Mario Vargas Llosa no solo pecan de falta de elegancia y altura sino que evidencian una no disimulada ojeriza para con el genial escritor peruano… y cierta xenofobia por el país hermano.

Como Mario Vargas Llosa es un autor que admiro profundamente y como me parece de pésimo gusto no solo cuestionar el premio por él recibido sino también calificar peyorativamente al Nobel como “el peruano”, como si su nacionalidad fuera motivo de escarnio y se olvidara la sincera alegría con la que el pueblo hermano del Perú festejó fraternalmente nuestra alegría hace veintinueve años cuando Gabriel García Márquez recibió el Nobel de literatura, voy a comentar punto por punto esta desafortunada columna. Para efectos de claridad -exenta del todo de un carácter peyorativo- seguiré refiriéndome en adelante a su autor como “el columnista”:

De entrada, el columnista califica a Vargas Llosa como bello, rico y talentoso, pecados difíciles de perdonarle porque tal parece que en su criterio para convertirse en un reconocido escritor se requiere ser feo, bruto e indigente. Y es que a Vargas Llosa muchos literatos le hubieran podido perdonar ser un parásito social, un aventurero, un picaflor, un delincuente, un bueno para nada, pero de ninguna manera, un escritor de talento.

Siguiendo en el mismo plano personal, hace luego el columnista referencia a la fortuna que ha tenido Vargas Llosa al cometer incesto en sus dos matrimonios. Algo inexacto porque en ninguna de las dos relaciones existía un vínculo de sangre cercano y su primera mujer era tía..., pero tía política. En este punto me parece del todo inútil envidiar al “afortunado peruano” porque si nos sentimos tentados a imitarlo podemos muy bien tomar en nuestra propia vida las acciones pertinentes. Total, el mundo es mucho más abierto ahora a este tipo de cosas que hace cincuenta años.

Es por demás desafortunado acudir a situaciones personales para enturbiar la obra de otro escritor. Si los factores negativos o cuestionables de la vida de muchos autores mermaran en algo sus meritos literarios nos quedaríamos sin qué leer.

Califica luego el columnista las novelas del “peruano” como “carentes de forma y de fondo”. ¡Qué exabrupto! Sus obras han sido analizadas, premiadas y consagradas por la más exigente crítica literaria. Vargas Llosa ha alcanzado no solo el reconocimiento mundial sino el mejor galardón que puede recibir un escritor: la adicción de sus lectores. Sus novelas no necesitan ser defendidas. No voy, pues, a referirme aquí a obras tan extraordinarias como ¨La casa verde¨, ¨Pantaleón y las visitadoras¨, ¨Los cachorros¨, ¨Lituma en los Andes¨, ¨Conversación en la Catedral¨, ¨La guerra del fin del Mundo¨ o ¨La fiesta del chivo¨ …, ni tampoco a sus excelentes ensayos y obras de teatro sobre los que el columnista afirma, sin temblarle el pulso, “que son más aburridas de lo que habitualmente son las obras de teatro”. Pero si bien no voy a referirme a sus obras consagradas o a sus magníficos ensayos sí voy a hacer una referencia muy sucinta a algunos de los libros citados despectivamente en esta columna:

Los jefes, un tomo de cuentos escritos por Vargas Llosa a la edad de ¡diecinueve años! Una obra excelente que sigue teniendo vigencia luego de ¡cincuenta y tres años!

La ciudad y los perros, escrita por Vargas Llosa a los veintiséis años y merecedora de los premios Seix Barral y Crítica de España. Se afirma en la columna que “nadie hoy en día la lee”, y anoto yo: como tampoco nadie lee hoy en día ninguna de las grandes obras maestras de la literatura, y otras de mucha menor trascendencia. Me temo que ese no es un baremo apropiado para medir la calidad de una obra.

La tía Julia y el escribidor (1977), de la cual cita el columnista uno de sus párrafos para demostrar, según dice, “lo flácido de sus textos”. No puedo menos que pensar en la casualidad de que sea precisamente esta una de mis obras preferidas. Difiero diametralmente de ese criterio porque pienso que en ella Vargas Llosa dibuja de manera genial, sí, genial, la dicotomía entre la alta literatura y la literatura de consumo, representada por dos personajes: el mismo Mario, que admira a los grandes autores y aspira convertirse en un autor serio y vivir en una buhardilla en París, y Pedro Camacho, que incluso revela cierta ignorancia libresca, pero que sin mayores aspiraciones vive solamente para escribir y escribir durante horas y horas. El novel escritor que era Vargas Llosa en ese momento ( cuarenta y un años ) no puede menos que expresar sincera admiración por el "escribidor", pese a considerar inferior esa rama folletinesca de la literatura. Le aconsejo al columnista que la lea. Pero que la lea sin prejuicios y aceptará aunque solo sea para sus adentros que esa es una obra realmente encantadora. Sé que eso sucederá porque él también tiene un fino sentido del humor. Y es que un libro expresa mejor que muchas palabras lo que es la literatura: contar una historia interesante con gracia.

Pasemos ahora a Historia de un deicidio, ensayo sobre la obra de García Márquez que fue concebido en un principio por Mario Vargas Llosa como su tesis doctoral debido a la sincera y profunda admiración que le unía al escritor colombiano. Sobre este ensayo expresa el columnista con manifiesta “tiraderita”: “…a pesar de que nadie lo ha leído, o tal vez por eso mismo… es famosísimo”. Olvida que debido al distanciamiento entre estos dos grandes escritores este ensayo estuvo archivado por más de treinta años. Pero aquellos privilegiados que sí lo han leído lo describen como lo mejor que se ha escrito sobre la obra cumbre de García Márquez.

En él podemos observar algo que no es muy frecuente en el medio literario: generosidad y largueza en el reconocimiento a la obra de otro autor. Para muestra este pequeño fragmento:

“Cien años de soledad es una novela total porque pone en práctica el utópico designio de todo suplantador de Dios: describir una realidad total, enfrentar a la realidad real una imagen que es su expresión y negación. Esta noción de totalidad, tan escurridiza y compleja pero tan inseparable de la vocación del novelista, no solo define la grandeza de Cien años de soledad: da también su clave. Se trata de una novela total por su materia en la medida en que describe un mundo cerrado desde su nacimiento hasta su muerte y en todos los órdenes que lo componen –el individual y el colectivo, el legendario y el histórico, el cotidiano y el mítico- y por su forma, ya que la escritura y la estructura tienen, como la materia que cuaja en ellas, una naturaleza exclusiva, irrepetible y autosuficiente”. (Historia de un deicidio, página 533).

El tema del sexo en las novelas de Vargas Llosa parece ser otro punto particularmente molesto para el columnista. Me extraña esta particularidad porque el sexo es algo implícito en la literatura moderna que está también presente en las obras de García Márquez y en la de otros reconocidos autores. Ese es un atractivo adicional de sus obras.

Ciertamente, las novelas del “peruano” son deliciosamente eróticas, pero sin llegar nunca a rebasar esa fina línea que separa lo erótico de lo pornográfico. Cito aquí el pensamiento de Vargas Llosa al respecto: “El erotismo es una manifestación de civilización; no existe en pueblos primitivos. Cuando una sociedad se va distanciando de su origen primitivo —en el cual la relación amorosa se diferencia muy poco de la cópula animal— y se va refinando y con ello rodeando de ritos, es que puede desarrollarse el erotismo”. Un erotismo que Vargas Llosa sabe plasmar con maestría no exenta de humor sin llegar para nada a banalizar o agotar el tema como afirma el columnista.

Las comparaciones son siempre antipáticas; no obstante, el columnista -entregado en cada renglón de su columna a demeritar la obra del Nobel- compara al “peruano” con tres escritores que a su juicio recibieron injustamente como él ese premio. Es hasta ridículo comparar a Vargas Llosa con José Echegaray, quien efectivamente recibió equivocadamente el Nobel de literatura en 1904 ya que debieron concedérselo sí, pero no en literatura sino en matemáticas. Tampoco puede ser comparado ni de lejos Vargas Llosa con Elfiede Jelinek, una escritora prolífica y de gran talento que por sus ideas feministas sigue, a pesar del tiempo, acusando el ataque de los sectores machistas de la literatura. Y desde luego tampoco se puede comparar el “peruano” con Jean Marie Le Clezio, a quien el columnista cita despectivamente a pesar de que en mi concepto su obra La Música del hambre es conmovedora.

A continuación, y utilizando nuevamente la nacionalidad del Nobel como motivo de escarnio, el columnista formula la pregunta que verdaderamente le ha quitado el sueño: “¿Merecía el Nobel el “peruano?” La respuesta es huidiza.

El “palmirano” ( aclaro que uso el gentilicio solo para demostrar lo peyorativo que puede ser este término en un comentario) nuevamente se va por las ramas aunque deja entrever que su candidato para recibir ese premio era el japonés Haruki Murakami. Qué pena que un escritor de la talla de Julio César Londoño haya perdido su objetividad ante la ojeriza que siente por Mario Vargas Llosa. El triunfo del “peruano” no es solamente el triunfo de un gran escritor o de un país, es la victoria del hispanismo moderno y de la portentosa cultura latinoamericana. El Nobel con el que la Academia Sueca premió al hombre también ensalzó el idioma que lo ha hecho grande. El japonés, de solo sesenta años enfrentados a los setenta y dos de Vargas Llosa, bien puede esperar por el Nobel uno, dos o varios años más y entretanto acrecentar su obra. Este no es de ninguna manera para Murakami: El fin del mundo.

Cita a continuación el columnista los nombres de destacados escritores que mereciéndolo no recibieron el Nobel. Un error muy lamentable de la Academia Sueca, NO de Vargas Llosa. Creo que el columnista convendrá conmigo en que sería muy largo hacer la lista de todos los que lo han recibido y que según da a entender deberían sentirse culpables por todos aquellos que no corrieron similar suerte. Pero el error en el caso de Mario Vargas Llosa no es que le hayan otorgado ahora el Nobel, sino que se hayan tardado tanto en otorgárselo.

El columnista incurre a continuación en un lapsus calami al citar a Kafka como uno de los escritores a los que la Academia Sueca desaprensivamente no les concedió el Nobel. Grave error porque en ese caso a Kafka tendrían que habérselo concedido de manera póstuma ya que su obra así lo fue.

Concluye su columna el columnista en la misma poco elegante forma en que la empezó: “A pesar de su Nobel, de su gloria y de sus grandes tirajes (le faltó decir: y de sus miles de lectores) Mario Vargas Llosa será siempre un escritor de segunda fila en el hemisferio austral”.

Me siento en la obligación de sacar al columnista de su error: Mario Vargas Llosa no está haciendo fila. Ha sido ya consagrado como uno de los grandes genios de la literatura de todos los tiempos.

Como quiera que sea, “el peruano con suerte” navega ya a años luz, muy distante de estas pequeñas mezquindades. A esa altura los dardos envenenados de la crítica y la inquina no pueden alcanzarlo. Vargas Llosa no necesita que su talento y su obra sean defendidos por nadie y mucho menos por alguien tan invisible como yo, pero me pareció necesario hacer estas aclaraciones al querido maestro Julio César Londoño con quien en este punto difiero diametralmente.

En algún momento de sus recientes apariciones públicas Vargas Llosa expresó lo siguiente:


Quisiera que mis libros fueran buenos libros, desde luego. No es que esté jugando a modesto, pero yo no sé lo que realmente valen mis libros. Tengo indicios que son muy halagadores en muchos sentidos, pero también sé que muchas veces la suerte determina el éxito, y no el talento. Se sabrá lo que valen mis libros cuando ya no estemos aquí”.

Puede usted estar tranquilo, Mario; sus libros no solo son buenos, ¡son excelentes! Nos ha hecho usted disfrutar con su lectura momentos inolvidables. Gracias por haberlos escrito. Gracias por seguir escribiendo. Gracias por este alegrón que ha dado usted a su patria, a Latinoamérica y a todo el hispanismo. Y no se le ocurra irse todavía; le falta aún mucho por escribir y compartir con sus lectores.
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La trompada del fin del mundo
Por Jotamario Arbeláez, jmarioster@gmail.com
El Tiempo, Abril 30, 2003 *
, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-988070 (* cuando el nuevo Nóbel nos visitó para promover su obra reciente "El paraíso en la otra esquina", sobre Flora Tristan.)

Cuando leímos La ciudad y los perros, esa novela que narra la vida de los adolescentes peruanos en el Colegio Militar Leoncio Prado, supimos que el precoz autor iba a llegar muy lejos. Cuando repasamos Historia de un deicidio, el trascendental mamotreto de reimpresión prohibida acerca de la obra de García Márquez, supimos que el joven había decidido –y con harto juicio– deificar a nuestro fabulador macondiano, haciendo gala de auténtica veneración. Cuando nos sumergimos en La guerra del fin del mundo, intuimos que habíamos tenido razón en nuestra corazonada. Era una obra suprema, a nuestro entender, antes de descubrir que existían Los sertones de Euclides da Cunha y el Gran Sertón Veredas de Guimaraes Rosa.

No lo volvimos a leer, al pujante Mario Vargas Llosa. Su rechinante rechazo a la revolución cubana y el desmonte de la ‘chiva’ de la historia para subir con Montaner y Plinio en el pullman del neoliberalismo, nos hicieron dudar de la sinceridad de su anterior posición de avanzada. En una crisis de hace 30 años, cuando el caso del poeta Heberto Padilla (al que salvó Gabo), similar a la que hoy vuelve a vivir Fidel Castro –los nuevos intelectuales presos son más de 70–, Marito quiso retirarse arrastrando al Boom, fenómeno literario de moda, de la solidaridad con la isla del caimán barbudo que prácticamente los había prefabricado, quedando solo Gabo colgado de las barbas de brocha del líder contra el imperio. Tiempo después, se devolvió a su lado Cortázar, y en cierta forma Carlos Fuentes.

En el 1977 el exitoso y bien plantado arequipeño, futuro candidato a la presidencia del Perú, hizo desde Europa un viaje a su patria a cumplir algún compromiso, al que le mezcló un plan galante. Al enterarse del marital desaguisado, la muy aristócrata Patricia Llosa de Vargas acudió al pundonoroso Gabo a ponerle la queja. Las versiones vacilan. Escritores y editores cercanos a los dos rivales callan para siempre, o adelantan piadosas interpretaciones. Que él le aconsejó que se hiciera la desentendida. Que le planteara el divorcio. Que aprovechó para arrastrarle el ala. El caso es que una tarde, en México, en la ceremonia de apertura de un Festival de cine donde Gabo estrenaba una película relativa a la peste (o era sobre los sobrevivientes del avión de los Andes que se comieron unos a otros), con un retraso deliberado llegó Vargas Llosa con su musa reconciliada y, cuando nuestro futuro Nobel le abrió los brazos, le descargó una fenomenal trompada que le hizo caer de culos sobre la alfombra roja. Se supuso de inmediato que era el cobro de una deuda de honor, a pesar de que Mercedes Barcha saltó a recriminarle a la Llosa que su marido no tenía necesidad de acudir a ñapangas, cuando podía acceder a las mujeres más bellas del mundo. Lo peor fue que la película también resultó un desastre.

A diferencia de los prosistas colombianos, que con deshonrosas excepciones corren detrás de Vargas Llosa agitándole incienso cuando éste pisa nuestro país –como ahora que llega con las botas embarradas de perseguir a Gauguin y a Flora Tristán–, los nadaístas, por lo menos el que esto firma, permanecemos fieles a Gabo. Tanto que hasta que no rompa él con Fidel no romperemos nosotros, a pesar de que ya lo hayan hecho mamertos tan bravos como Saramago y Galeano y Tabuchi, y nos anuncian que también los muy respetables Grass y Enzensberger.
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Lo que sí le exigimos al autor de La fiesta del chivo, para acabar de una vez con el chinchorreo, es que nos diga –a quienes por la misma causa hemos propinado y recibido puñetazos similares con igual trascendencia nula, por lo que se nos cae la vergüenza de la cara–, por qué se comportó como un perro, de los del Leoncio Prado, con el Amadís de América. ¿Qué tanto creyó de las imprudentes consejas de su querida, que lo reaventó al deicidio? ¿Por qué los dos colosos se mantienen impávidos ante los buenos oficios conciliatorios de amigos tan comunes como Daniel Samper y Plinio Mendoza? ¿Será que el mamporro se debió, más que a los celos improbables, al presentimiento de que el macondiano habría de madrugarle a Estocolmo, así como se dice que se fueron a los puños Sartre y Camus, o a que mantuviera su indeclinable apoyo hacia Fidel Castro?
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El único que nos podría sacar de dudas es el propio ‘escribidor’ invitado. Mientras no explique el sopapo, con toda seguridad que no huele el Nobel. Y ni siquiera acumula méritos para la presidencia de su país.
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Aporte de NOTICIAS LITERARIAS, ARTÍSTICAS Y CULTURALES. LITERARY, ARTISTIC, AND CULTURAL NEWS. Instituto de Escritores Latinoamericanos. Latin American Writers Institute. Director: Isaac Goldemberg. Oficina de Asuntos Académicos. Office of Academic Affairs. Departamento de Humanidades / Humanities Department. Eugenio María de Hostos Community College of The City University of New York (CUNY). From: LAWI@hostos.cuny.edu , LOTF@hostos.cuny.edu
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Actualizó: NTC … / gra . Octubre 14, 2010, 11:50 AM
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