martes, 6 de marzo de 2012

"LA CARROZA DE BOLÍVAR". EL ARTE DE LA NOVELA. Por: Eduardo Delgado Ortiz

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* Se actualiza periódicamente. Marzo 5, 2012

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A junio 12, 2014

Premio Nacional de Novela 2014

Evelio Rosero gana Premio Nacional de Novela 2014

El escrito se llevó el galardón con "La carroza de Bolívar".
EL ESPECTADOR, 6 JUN 2014 - 3:44 PM
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LA CARROZA DE BOLÍVAR

EL ARTE DE LA  NOVELA


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Por: Eduardo Delgado Ortiz*

Nos encontrábamos en mi casa de La Buitrera con la historiadora y poeta Lydia Muñoz, Viviana y Evelio Rosero en una tropical tarde de tertulia, y tal vez, influenciados por alguna de las máscaras que hay en la pared,  hablamos de los carnavales de Pasto y Evelio  nos reveló con entusiasmo inusitado, que quería escribir una novela sobre los carnavales de Negros y Blancos y habló del general Bolívar como uno de sus personajes; el bosquejo anecdótico parecía bullir en su cabeza como una simiente que, sin aún no tener forma, ya estaba en su mente creciendo lentamente.

Un año después nos encontramos en la Feria del Libro en Bogotá, y entre tinto y tinto, supe que venía trabajando con fervor en su obra. Entregado a todo lo que implica la investigación de un personaje histórico como Bolívar. Sabiendo lo escrupuloso e inquisitivo que es Evelio cuando está escribiendo algo, entendí la razón de su concentración reflexiva, en la búsqueda historiográfica de la época. Supe  que ya se había armado de buen material, sin embargo le dije que un paisano, amigo mutuo, el historiador Vicente Pérez Silva, de quien el escritor R. H. Moreno-Durán agradeció y valoró su aporte a las obras completas de Aurelio Arturo, por ser un bibliófilo perspicaz , podía tener importantes archivos sobre algunos episodios oscuros de la Independencia: Cartas, documentos, registros…, que por ser controvertidos son relegados al olvido, razón por la cual se requiere de una minuciosa pesquisa, no exenta de malicia, para mostrar esa faceta siniestra del general  y que Evelio logra capturar y desentraña con acierto.

Dos años después me llegó la novela La carroza de Bolívar.  Desde el inicio: Ayúdame a desenterrar la sombra del doctor Justo Pastor Proceso López,   quedé atrapado en la lectura. La intriga va hilando la historia con cierta dosis de picardía, en la cual el Carnaval de Negros y Blancos de la ciudad de Pasto es el centro donde va a girar la trama de la novela. Empieza el 28 de Diciembre, día de Inocentes;  un juego tradicional que consiste en hacer una broma picante, una jugarreta al vecino o amigo desprevenido en que el placer, la risa y la “perversa” audacia del chiste deslumbra el ingenio del pastuso.  Las bombas o baldados llenos de agua para bañar a los transeúntes, es otro elemento que se ha ido agregando a esta fiesta. Ese día 28, Justo Pastor Proceso López, que es un personaje poco dado  a las chanzas, se levanta con la chispa en la cabeza y con un disfraz de simio que ha hecho traer del Canadá,  se le ocurre la idea de hacerle una broma a su mujer, que aun se encuentra durmiendo. La reflexión (en un monologó interior intrincado, que se mueve entre la culpa interior y la irreverencia) de hacer o no una broma, nos va a dejar ver el drama que vive el doctor  Justo. Un personaje singular en un mundo sórdido. Su esposa Primavera Pinzón, mujer casquivana y frívola que ha criado unas hijas igual de perversas que ella. Un hogar destruido. La soledad y la miseria lo corroen todo, sin embargo en medio del drama  hay una ironía portentosa que desemboca en lo risible. Eso de disfrazarse de simio, de asustar a Primavera, su mujer es un chiste más de la fiesta que empieza a desarrollarse con una intriga sutil, y por esas cosas de la vida surge otro personaje clave: Furibundo Pita, (que está furibundo) porque un canalla maestro está construyendo una carroza para hacer de su noble figura, una grotesca figura en papel mache,  para el desfile del 6 de enero, día de Blanco. Le pide a Justo pastor López que lo acompañe donde ese miserable maestro para impedirle el siniestro de ser la burla de la Ciudad y que por ésta casualidad, se va a convertir en el bastión de la historia o en la carroza de Bolívar.

Evelio construye la narración viajando a través de vasos comunicantes entre la tercera, la segunda y la primera persona del singular, y de pronto, la historia de Bolívar ya está incrustada en la polifonía de la voz narrativa. Viajamos al siglo XIX, la  historia y las gestas del Libertador  toman carácter, y allí, en esa ciudad vilipendiada, emerge un pueblo aguerrido capaz de derrotar al ejército Patriota, a sus mejores generales. Pero estamos en carnavales, el juego lo permite todo: la broma, la ironía, la desfachatez, el sexo, la comida, el licor. Todos los excesos y, en el medio está Justo Pastor Proceso López, quien agobiado por un hogar en crisis, y la desilusión de no haber concluido su proyecto de vida de escribir una biografía de Bolívar, lo asalta de pronto una ilusión: “La visión de Bolívar empinado en la carroza era lo que el doctor Proceso necesitaba para encontrar una razón de vida mejor que la crianza de dos hijas adversas y el desamor de una mujer” dice el narrador. Era lo que Justo Pastor López necesitaba, una luz, una esperanza: Transformar la carroza de Furibundo Pita, por su parecido con Bolívar, en la carroza del general. Había que hacer unos cambios sustanciales. Un maestro construye una carroza a partir de una temática estudiada con antelación. No es el producto de la improvisación. Había que platicar con él y los artesanos de Bolívar en profundidad, sólo así se podía crear una conciencia sobre  la obra. En definitiva una carroza es lo más parecido a una instalación. Una obra de arte creada para que el espectador la disfrute por unos pocos minuto. Y lo que el doctor Proceso quería mostrar era ese lado pérfido del general, y lo visualizó montado, como un emperador, en la carroza  tirada por ninfas; púberes  niñas de las tantas que el general había abusado.  Con el ingenio creativo del maestro, sabía que podía sacar a relucir el alma del personaje.  Y lo vio montado en la monumental carroza, diáfano y grotesco, vestido con colorinches y alamares. Las ninfas, semidesnudas, tirando del carruaje del emperador, y Bolívar, con los ojos abiertos y una sonrisa sardónica, perversa escupiendo  una proclama.

La polifonía novelesca es mucho más poesía que técnica y Evelio hace que el discurso carnavalesco se equilibre con el discurso histórico. Sabe crear en sus personajes universos intelectuales donde la filosofía, la crítica, la historia y la fábula, convivan en una simbiosis perfecta  conjugando la trama con la fiesta dionisíaca donde se rompen todas las normas. En medio de un hogar que se desploma hay unos jóvenes jugando a la guerrilla, a la muerte; mujeres deseosas de sexo, un profesor en una cátedra universitaria (sobre Bolívar) que todos sus alumnos desprecian; la soledad, la risa, la broma como un juguete del destino y  como telón de fondo, la ciudad de Pasto y la máscara en un  rito que lo cubre todo, el juego de negros y blancos. El escenario perfecto que el autor toma como una masa informe para recrear y crear su novela. Su mundo.  A fin de cuentas como dice Hermann Broch “descubrir lo que solo una novela puede descubrir es la única razón de ser de una novela”. Es lo que precisa el relato moderno,  interactuar con otros géneros y en La carroza de Bolívar se acierta en este principio con coraje narrativo.

 El novelista no es un historiador ni un profeta; es un explorador de la existencia y Justo pastor Proceso López, que está pasando por una crisis matrimonial y, que además, está empecinado en escribir una biografía sobre Bolívar, a desnudar su alma, encuentra después de muchos años el espacio perfecto en el carnaval de negros y blancos, para contar su cuento sobre Bolívar. Una historia puede ser contada de diferentes maneras, y su sentido, comprendido de diversos modos. La ficción es una posibilidad, la historia o, su “verdad”, otra. Una novela desde todo punto de vista es una ficción. Para conquistar su soberanía debe emanciparse de la realidad tangible, imponerse al lector como una realidad distinta, dotada de unas leyes, un tiempo, un mito u otras características propias e intransferibles.  Cada buen escritor construye un mundo y le da solidez, credibilidad y fortaleza con un tratamiento particular donde más que técnica hay sentimiento y creatividad. En ese sentido el narrador es la primera y la más importante criatura que debe inventar un novelista y, Evelio Rosero acierta con ese narrador omnisciente, voz ésta que, sin percatarnos se vuelve traslaticia, con otros personajes que reflexionan, o filosofan abordando al general Bolívar en su discurso crítico o en su defensa. En medio de la ficción, el narrador rehace la realidad. Bien dice Vargas Llosa “no es la anécdota la que en esencia decide la verdad  o la mentira de una ficción, sino que ella sea escrita, no vivida”. Para ello el autor se vale de los escritos del historiador nariñense José Rafael Sañudo, nacido en Pasto (1872-1943) un poliglota, humanista y filósofo,  que le valió el desprecio de la Academia de Historia de Colombiana y el olvido de sus congéneres. Solo algunos vanagloriaron su sabiduría, entre ellos Germán Arciniegas. Por ello es valiente sacar a relucir los documentos probados de este importante personaje de los anaqueles de la cárcel donde  fueron confiscados por atreverse a decir ciertas verdades sobre el Libertador y sus gestas.  En el fondo Sañudo ve la sombra y no la luz de Bolívar, y en ese sentido el héroe se  vuelve más humano, aunque muy sesgado a su punto de vista.

A medida que iba leyendo el libro, me iba sumergiendo en la ciudad y volví a sentir en el fuero interno mi niñez, a ser otro personaje más de la narración. Después de un exilio de 40 años siento el espantoso genocidio en Pasto de aquel diciembre de 1822, llamada la Navidad negra. Llega a mi memoria aquella época de carnaval cuando, con los amigos, salíamos a recorrer las calles disfrazados con máscaras; el olor perfumado de la alhucema, los colorinches del confeti, la serpentina; pintados con cosmético negro, corríamos las calles en tremenda algarabía, y cuando llegábamos a Santiago o El Colorado, el corazón dejaba de latir. Se cuenta que en esa navidad negra, el ejército patriota acribilló a tanta gente, en ese sector,  que la sangre corría  por la empinada calle, al centro de la ciudad, por ello la denominan La calle del colorado. En el corazón del pueblo quedo sembrada la muerte contra nuestras madres, y nuestras hijas que no solo fueron asesinadas,  también violadas. A nuestros hombres los amarraban de a dos y los tiraban al río Guaitara. Al general Sucre, le tocó pagar esa condena de desprecio del pueblo pastuso por ser él que comandaba las huestes de este tremendo crimen. Es la única mancha que tiene este valeroso general, por no haberse opuesto a cumplir la terrible orden que había impartido el general Bolívar de “borrar de la faz de la tierra ese país”.   Sin embargo,  en medio de la lectura seguí soñando con mis recuerdos, la novela me iba llevando por aquellos vericuetos que recorrieron mi infancia. Ahí estábamos con los amigos de entonces, en pleno 6 de enero, día de Blancos. El talco, la serpentina y ríos de gente de todas las clases sociales y de todos los colores en un sincretismo cultural en donde todo se desvirtúa. La multitud al punto de frenesí, esperando para ver pasar las carrozas.  La risa transportada, de persona a persona, por el contagioso viento. Viva el 5, el 6 de Enero ¡carajo! Grita la muchedumbre.

 En un frente de la calle pude divisar a dos asnos o borregos disfrazados de escritores  o intelectuales lanzado epítetos peyorativos sin poder entender la encrucijada del carnaval. Es la muerte, los críticos sin crítica, gritaba alguien.

Y pensé que la carroza de Bolívar era una novela valiosa,  y que por el tema, dará pie a buen número de controversias. Como sea, en medio de tanto infortunio de bestseller que nos corroe el mercantilismo, unas buenas páginas literarias son gratificantes.

Cerré la última página satisfecho. La máscara seguía ahí, perene, inmortal.

Cali, Marzo 5, 2012.
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* NTC ... ENLACES sobre Eduardo Delgado.

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*** LA CARROZA DE BOLÍVAR. Por Jacobo Arango. 
La Palabra, Universidad del Valle. Marzo 2012
Próximamente  en : http://lapalabra.univalle.edu.co/
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'La carroza de Bolívar'


Alfonso Carvajal

El Bolívar de Evelio Rosero es el Bolívar del historiador pastuso Sañudo: un zambo sanguinario, pedófilo, mentiroso y hasta cobarde... Pero otro asunto es la novela, su construcción, su desarrollo.






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¿Es 'La carroza de Bolívar' una venganza literaria o histórica, o las dos?

    Leyendo La carroza de Bolívar pasan muchas cosas por la cabeza: ¿es una venganza literaria o histórica, o las dos? No es un tema menor para los colombianos que llevamos un Bolívar por dentro: el del héroe de la historia oficial que nos liberó de las garras españolas. El Bolívar de Evelio Rosero es el Bolívar del historiador pastuso Sañudo: un zambo sanguinario, pedófilo, mentiroso y hasta cobarde... Pero otro asunto es la novela, su construcción, su desarrollo.
    Rosero, que no escribe para la tribuna, aceptó el reto, asumiendo el fracaso o el éxito, y, como un escritor autónomo y de cojones, se lanzó a construir una compleja estructura, que termina siendo forzada y fatiga al lector en las partes donde textualmente Sañudo se va lanza en ristre contra el Libertador y su amarga relación con los pastusos.
    Me atrevo a sugerir que faltó edición, reducir el texto ensayístico que ayuda al escritor en su objetivo, incorporarlo más a lo eminentemente narrativo, despojarle retórica al discurso, pues rompe el ritmo a la vertiginosa prosa de Rosero, porque, cuando el autor se suelta de las amarras que él mismo se impuso, encontramos a un gran narrador, que, a punta de oficio y un talento innegable, hace méritos para estar arriba en la literatura colombiana. ¿La vibrante relación del doctor Justo Pastor Proceso López con su bella, libidinosa e infiel esposa, Primavera Pinzón; el relato frenético de las fiestas de Negros y Blancos, donde la carroza de Bolívar hará su aparición...; la ironía con los mamertos de la época, que ven en la carroza que lleva a un Bolívar déspota arrastrado por 12 doncellas una afrenta contra su ingenua y dogmática ideología; la masacre de Pasto a cargo de Sucre por "órdenes del Libertador"; la fascinante y siniestra fábula de la relación de Fátima y su nieta con el caraqueño, una pequeña pieza maestra de la estética del horror; la increíble historia de Chepita Carmen de Santacruz, una jovencita de 13 años que el Libertador usó, "y siguió usando al descampado" durante seis días hasta llegar a Quito, y que, según la leyenda, quedó preñada y ella y su hija tuvieron que vivir el encierro que les decretó la arcaica sociedad pastusa, y envejecer las dos tras una ventana, en una imagen de inmensa languidez poética -uno de los testigos de la época señaló: "Las vi desaparecer como polvo en el viento"-, marchitándose solas tras el ventanal de la ignominia, hubieran bastado para matizar y redondear La carroza de Bolívar? Sí lo creo. Rosero corrió el riesgo y el lector, en su infinita libertad, tiene la palabra.


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