miércoles, 16 de julio de 2014

METÁFORAS DEL FÚTBOL. LAS LENGUAS DE LA PAZ Y DE LA GUERRA. Por Juan Manuel Roca. Del libro “Juego limpio”, 1998, Corporación Nuevo Milenio

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NTC … agradece este envío (15 de Junio, 2014) a León Gil leon_gil_@msn.com

En 1998 la Corporación Nuevo Milenio publicó el libro “Juego limpio” ( 1 ), cuando Colombia esperaba ir al mundial de fútbol. Periodistas, científicos, arquitectos, poetas, políticos, sociólogos, gentes de variadas disciplinas, escribieron sobre el tema. 

Ahora que la selección Colombia obtuvo el Premio “Juego limpio” en el mundial de Brasil, comparto este texto, de Juan Manuel Roca,  inserto en el libro en mención. 


FIFA Fair Play Award
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METÁFORAS DEL FÚTBOL

Juan Manuel Roca

La Selección Colombia podría, debería ser, en medio de nuestro largo y tortuoso conflicto, vista como la aplicación de un sentimiento de civilidad. Como una parte fundamental de una idea de nación, pero no creyendo que es la nación misma. Confundir demagógicamente patria y selección, hacerlas un todo, significa olvidar la noción de juego. Donde se gana y se pierde pero no como en la guerra, así ese juego ocurra en los campos de Marte.
Si el equipo colombiano llega a ser eliminado en la primera ronda en el mundial de Francia, no dejaremos por eso de tener patria, así sea esta maltrecha manera de sentir un país como geografía pero también como territorio moral, en medio de nuestros grandes errores y nuestros más grande horrores.
Es una patria muy frágil aquella en la que no se siente como derrota la imposibilidad de alcanzar la paz, pero sí la caída de nuestro equipo de fútbol. En eso media la fractura que hay entre educación civil y quehacer político.
Sí, el único símbolo de un país no es su deporte, aunque sea uno de los más bellos y visibles. Lo decía un resabiado viejo de la independencia mexicana, don Benito Juárez: “una bandera que se puede guardar en un bolsillo no es una bandera, es un pañuelo”.
Ya se conocen las pasiones que desata el fútbol en nuestro continente. Por él hubo una guerra entre El Salvador y Honduras cuando el equipo del primero derrotó al segundo por 3 a 0, en un estadio con el lírico nombre de “Flor Blanca”. Ryszard Kapuscinski recuerda que “después del partido que México ganó a Bélgica por 1 a 0, borracho de felicidad, Augusto Mariaga, alcalde de la cárcel de Chilpancingo en el Estado de Guerrero, que alberga exclusivamente a presos condenados a cadena pepetua, recorre los pasillos pistola en mano, dispara al aire, y al grito de ¡Viva México!, abre una a una todas las celdas, dejando en libertad a 142 criminales peligrosos. El tribunal absuelve a Mariaga, porque según se puede leer en la motivación de la sentencia, actuaba llevado por un arrebato patriótico”.
Es el sentimiento patrio que a veces abre su caja de Pandora: por un rapto de injustificado amor se suelta el horror y se justifica hasta el crimen.
Describiendo un lado oscuro del fútbol, que a veces es el auténtico séptimo arte, el amante de ese deporte hace, un poco, de abogado del diablo. Porque también cabe sospechar de sus ramales de evasión y manipuleo. No es llano comunitarismo, pero sí el deseo de señalar cómo una masificada euforia patriotera hace las veces de espejismo social. Nos reunimos todos frente al televisor y de pronto, como si nos visitaran las lenguas de fuego de Paracleto, nos entendemos en nuestras diversas lenguas y el científico, el artista, el celador, el policía, el tendero, la maestra, el jubilado y el sicario, gritan en el esperanto del fútbol la palabra gol.
Hay entonces como una especie de momentánea disolución del yo, un sentido fugaz de pertenencia a algo, de actividad social fraternizadora. Es lo que Sullivan llama, en otro orden, un proceso compartido de vida civil cuyo “fundamento es el compromiso con otros... otras generaciones, otros tipos de personas cuyas diferencias son significativas porque contribuyen al edifico sobre el cual descansa nuestro sentido particular del yo”.
Es curioso, siendo el fútbol y la paz dos lenguajes antípodas de la guerra, encontrar la vecindad de ciertas metáforas entre el juego del balón, que se añora limpio, y el antijuego de la guerra, que en Colombia es cada vez más un negocio sucio.

LAS LENGUAS DE LA PAZ Y DE LA GUERRA

Un pequeño diccionario, un pequeño breviario de metáforas que en Colombia aluden tanto a la paz como a la guerra, podría dar cuenta de un lenguaje esquizoide. Quizá tenga que ver con el lenguaje flotante de lo bélico. Quizá con la visión del terreno de juego como campo de batalla, como una guerra sin cuartel donde una simple jugada es un disparo a quemarropa y el relato de una jugada de riesgo puede semejarse a la crónica de un atentado.

Área de candela: En la lengua del fútbol se piensa, al oír esta expresión, en esa zona del campo donde se gestan las decisiones e indecisiones que llevan al gol o al rechazo. Es un área que pisan sin temor los virtuosos del balón, los olfateadores del triunfo. Otra cosa son las zonas de candela de la guerra, los territorios de riesgos vedados para el juego. Los senderos minados donde las lesiones son fraguadas por rivales invisibles, o por burdos quiebrapatas que instauran, como en el peor casino, el juego sucio, las cartas marcadas. Área de candela, dice el locutor, y en un país en guerra como el nuestro no se sabe si pensar en esa zona de las 18 yardas trazada con cal sobre el verde esmeralda de un estadio, o en Mapiripán o en Necoclí, en los reductos paramilitares que abalean campesinos.

Fuera de lugar: He aquí la expresión de una malicia. Basta con que la línea ofensiva de un paso adelante para dejar a un rival en fuera de lugar. Hay que ver al jugador, su cara de sorprendido en falta ante todos los ojos fiscales del estadio. Y la rechifla. Pero también, fuera de lugar está pedir en Colombia que los políticos no sean corruptos, que los militares no sean arrogantes, que los campesinos no sean desplazados, que se respeten los derechos humanos, que aparezcan los desaparecidos. Para estos hechos también hay rechiflas pero no hay árbitros. ¿Se imagina un árbitro sin rostro como los jueces de hoy, corriendo con un pasamontañas al calor de una cancha de barrio de Urabá?
Fuera de lugar está recordar los muertos: la mala memoria, la desmemoria, juega por la punta derecha que es por donde siempre juega el olvido.

Desplazamiento: En el fútbol es la forma que se quiere eficaz de llevar el balón por la cancha. En la práctica cotidiana del país es una manera de instaurar el inxilio, es decir el exilio interior, el de quienes son desplazados de sus regiones, grandes conglomerados humanos que son como mapas movedizos condenados a vivir en las márgenes de la economía, de la vida civil, de la educación, la cultura o la política.

Palomita: El hombre se zambulle en el aire y cabecea el balón hacia la red del rival. Un gol es celebrado como pocos. Paloma también se llama ese pájaro cada vez más urbano y depredador que alguien tuvo la dudosa idea de tomar como emblema de la paz. En Colombia la paloma de la paz es un cuervo travestido. (NTC ... Nota: el gol en "PALOMITA" del Mundial 2014: http://es.fifa.com/worldcup/videos/goal-of-the-tournament/video=2370456/index.html )

Nota: De seguir señalando metáforas e imágenes que hoy se confunden entre el fútbol y la guerra, ahí están el tiro libre, el despeje, el taco, el enemigo, el capitán, el ariete, el cerco, el ataque, la retaguardia, el artillero y, sobre todo, paras los dos asuntos, un viejo deseo que sigue vivo en medio de la impunidad y tantos muertos: el sueño del juego limpio.
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NTC ...  ENLACES: 

*** El Tiempo, 1998, anuncio reseña del libro:  http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-785662
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*** The Winner, FIFA Fair Play Award 
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Sí, los seis goles de James que lo convirtieron en el goleador del Mundial 
también lo graduaron con honores como poeta.

Por Fernando Quiroz. El Tiempo, Julio 15, 2014.

NTC ... Nota: Favor no olvidar votar en la web de la FIFA por el mejor gol del Mundial: Primero de James vs Uruguay
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*** CONFUSO: ¿Por qué Messi se portó como un completo patán? Léelo antes de comentar!!

Admitámoslo: esto es grotesco. Esto es una mierda.


Por: Ernesto Morales


Párrafos finales: 
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Messi ha fallado. Messi miraba al cielo en el momento de mandar ese tiro libre a las nubes. El mismo que otras veces se clavó en la red, hoy fue a parar al cielo de Río a donde doscientos mil argentinos ponían sus rezos para que el equipo no se fuera así, sin más. Y Messi era el culpable. Era culpable de no estar ya a su mejor y más rutilante nivel, y, oh pecado, era culpable de no ser ya el mejor de la Historia.
De repente lo recordé caminando delante de mí, dos años atrás, firmándome aquel zapato con las pupilas dilatadas por tanto bullicio y luces alrededor de él. Recordé su cara de angustia, de quien quiere desaparecer y tumbarse en el sofá a ser un tipo simplemente normal: la misma cara con la que recogió, en el sopor de la máxima humillación, el último premio que todavía hoy le tenía la FIFA listo, contra toda lógica y toda comprensión.
Yo vi a Messi esta tarde y de repente sentí lástima por él, y por la tragedia silenciosa que es toda esta profesionalización, esta industria de circo, descarnada, indoliente, donde tantos futbolistas se han suicidado y a otros tantos les ha explotado en la cancha el corazón; esta industria donde se coronan a héroes y se desguazan a derrotados; esta cultura despiadada donde miles de periodistas como yo escribirán hoy sus crónicas de la derrota y con un dedo señalarán, señalaremos, todos a Lionel Andrés, un muchachito de un metro sesenta y nueve centímetros, medio autista y medio genio, que no pidió ser el mejor de nada, que no soñaba con Balones de Oro ni cláusulas de 250 millones en Barcelona, y al que solo, en realidad, le interesaba poder divertirse un poco jugando al fútbol.

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