domingo, 31 de mayo de 2015

AQUELLA ENCRUCIJADA DEL LENGUAJE: UN HOMENAJE A ÓSCAR COLLAZOS (1942–2015). Por: Alejandro José López, Cali, Mayo 29, 2015

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29 de mayo de 2015


"De un mar a otro mar". Homenaje a Óscar Collazos. Por la U del Valle. Mayo 29, 2015. NTC ... CUBRIMIENTO



AQUELLA ENCRUCIJADA DEL LENGUAJE:
UN HOMENAJE A ÓSCAR COLLAZOS (1942–2015)

Por: Alejandro José López

Texto leído por el autor en el evento
 "De un mar a otro mar". Homenaje a Óscar Collazos (1942 - 2015),
 organizado por la Universidad del Valle y la Escuela de Estudios Literarios.
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Uno de los debates que más exacerbó los ánimos entre escritores y artistas del siglo pasado estuvo ligado al tema del compromiso político. En América Latina, el influjo producido por la Revolución Cubana —desde su triunfo en el 59— tuvo las proporciones de un aluvión espiritual. Los jóvenes de aquel momento y de las décadas siguientes llevaron al paroxismo su entusiasmo revolucionario y su disposición para cambiar radicalmente la sociedad. También es cierto que la reacción de las fuerzas conservadoras del continente resultó cruenta y sanguinaria. Cuando miramos hacia atrás podemos confirmarlo: el capítulo que le correspondió vivir a Latinoamérica en el panorama de la Guerra Fría no fue gélido, sino candente y feroz. El idealizado retrato cinematográfico de glamurosos espías y contraespías se transformó aquí —en nuestros vecindarios— en miles de torturados, exiliados, desaparecidos y fusilados. El fanatismo de las fuerzas contrapuestas propugnaba un colofón irreversible: la desaparición física del adversario.
En lo que toca al panorama cultural y literario, éstas décadas coincidieron con una extraordinaria eclosión de obras maestras que fueron escritas por autores surgidos de América Latina, especialmente en el ámbito de la narrativa. La crítica ha mostrado que —además de la evidente calidad artística y vocación renovadora de estas obras— hubo al menos dos fenómenos extraliterarios que favorecieron su circulación y la acogida que el público les dispensó. De una parte, el respaldo que algunos de estos autores recibieron de la industria editorial argentina y catalana, con todo y su marketing globalizado; de otro, el agitado ambiente de discusión y consumo cultural que propició el ímpetu revolucionario, sobre todo entre la gente más joven. Éste es el entorno en que se presenta la famosa polémica entre Óscar Collazos y dos figuras emblemáticas del llamado Boom latinoamericano: Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa. Dicho debate fue publicado en diferentes revistas y diarios del continente, fue seguido y discutido, estudiado y enriquecido.
Recordemos que todo empezó con un artículo escrito por Collazos a petición de Ángel Rama, el cual fue publicado el 30 de agosto de 1969 por el semanario Marcha de Montevideo; su título era “La encrucijada del lenguaje”. Vino luego la inesperada respuesta de Julio Cortázar, fechada en diciembre del 1969, cuyo sugestivo lema fue “Literatura en la revolución y revolución en la literatura: algunos malentendidos a liquidar”. Posteriormente, en abril de 1970, apareció la contestación de Mario Vargas Llosa: “Luzbel, Europa y otras conspiraciones”. La editorial Siglo XXI recogió estos textos en forma de libro e incorporó, al cierre del mismo, una carta abierta de Collazos a Cortázar: “Contarrespuesta para armar”, fechada en enero de 1970. No tengo dudas al afirmar que todavía hoy —cuarenta y cinco años después de aquella polémica— éstos textos siguen siendo documentos de gran valor para comprender la historia del continente; entre otras cosas, porque nos permiten reconocer el papel que en ella han desempeñado nuestros escritores.



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Fuente: http://ntc-narrativa.blogspot.com/2015_05_27_archive.html
Allí: Enlaces para acceder a las versiones digitales-virtuales de ambas publicaciones completas
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Tal como reconocieron posteriormente quienes tomaron parte en él, lo más valioso de este debate fueron aquellas lúcidas reflexiones con las cuales respondió Julio Cortázar. Agreguemos que incluso el tono de su ensayo, a la vez recio y afectuoso, ha terminado siendo paradigmático. Y señalemos también que la agudeza y altura de Cortázar aparecen allí en toda su dimensión: las suyas son las palabras que un gran maestro le dirige a un joven de veintiséis años llamado Óscar Collazos. Recuperemos ahora dos de los argumentos centrales en la discusión. El primero de éstos resulta nuclear: el escritor debe comprometerse con la realidad que lo circunscribe, debe ser consecuente —mantengamos la palabreja de marras— con el “contexto sociocultural y político” en que vive; el escritor debe implicarse, obra incluida, en la causa revolucionaria. Por más que se procuren sutilezas al plantearlo, detrás de semejante demanda se encuentran agazapados los principios del “Realismo Socialista”, con todo y sus nefastas consecuencias para la creación artística.
Sin embargo, Cortázar evita la descalificación simple y elige dar un paso adelante en su deliberación; entonces, procede a ensanchar la obtusa concepción de la realidad que suelen tener quienes reclaman este tipo de actitud. Su ruta de argumentación se orienta a recordarnos que la imaginación y el mito, por ejemplo, son tan constitutivos de la realidad como los objetos más concretos. Para empezar, Cortázar es un hombre comprometido con la revolución; pero tiene claro que el escritor no puede subordinar su creación a proselitismos específicos que sólo conducen al panfleto: “El desacuerdo empieza —nos dice— cuando la propugnación se detiene allí, en el famoso ‘contexto sociocultural y político’, y todo lo demás, la realidad imaginaria y multiforme, es cuestionada en nombre de un ‘deber’ que nadie niega entre nosotros pero que no agota ni mucho menos el campo legítimo y necesario de una literatura que merezca ese nombre”. (Pág. 68) Cortázar señala que quienes proclaman una noción tan tosca del compromiso entienden el hecho literario de un modo contenidista, mecánico; en última instancia, demagógico.
         El segundo argumento que quisiera destacar es el que se refiere al asunto formal; es decir, a ese ímpetu experimental y renovador que en efecto caracterizó la narrativa del llamado Boom. Collazos arremete contra esta concepción, entiende que se debe a un complejo de inferioridad ante las metrópolis del “primer mundo” y ve en ella los riegos de una escritura que puede concluir en el mero esnobismo —aquella actitud escapista dispuesta a autocelebrar sus propios e inconducentes artificios—. De hecho, menciona algunas novelas específicas de Cortázar y Fuentes en las que advierte dicha tara. Cortázar repunta enfático, subraya que no es aplicable el concepto de foráneo en las técnicas narrativas. Y agrega que, si bien cada obra nace de una experiencia particular, los compartimentos estancos en que otrora se cumplían las literaturas nacionales han quedado superados en las sociedades contemporáneas. Además, insiste en que una novela auténticamente revolucionaria no lo es sólo en virtud de su dimensión temática, sino en la medida en que procura revolucionar esa forma misma llamada novela.
En relación con la respuesta dada por Vargas Llosa en este debate, anotemos que hay dos argumentos centrales, muy contundentes, así como un tono despectivo que se advierte desde el título. En primer lugar, reivindica que existe una dimensión no-consciente en el proceso creativo y afirma, a continuación, que es precisamente allí donde radica la fortaleza de los temas literarios. Entendidas así las cosas, no tendría ningún sentido buscar que el escritor proceda únicamente de modo racional a objeto de ser consecuente con determinada causa, por muy noble que ésta sea. Por otra parte, Vargas Llosa reafirma la condición revolucionaria de todo escritor; pero lo hace redefiniendo los postulados de Collazos. Veamos: Un escritor es revolucionario en la medida en que su punto de vista se instala siempre en las antípodas del poder establecido, sea éste de derecha o de izquierda. Esto significa, entre otras cosas, que el escritor jamás habrá de cumplir la función policiva del burócrata —figura necesaria, se da por hecho, en todo Estado—; al contrario, el escritor habrá de discutir y transgredir dicha función cada vez que se haga necesario.

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Mirada la polémica del modo en que lo he hecho —panorámicamente—, parece que sobre aquel joven de veintiséis años llamado Óscar Collazos sólo llovieron palos y piedras. La verdad es que veo las cosas de otro modo. Para empezar, “La encrucijada del lenguaje” tiene el extraordinario mérito de haber propiciado el debate, de haberlo iniciado. Tampoco olvidemos que los temas allí desarrollados eran de una tremenda pertinencia para la época. Pero hay algo más: hacia el final de su texto, Collazos planteaba la gran dificultad que veía recaer sobre la persona del escritor. Y esto debido a la necesidad de responder a dos requerimientos muy difíciles de conciliar. La naturaleza esencialmente solitaria —íntima— de la creación literaria y su inherente condición revolucionaria, contestataria. De allí proviene justamente el título del ensayo, en eso consiste la “encrucijada”. Recordando el símbolo del Florero de Llorente, el propio Collazos le manifestó a Cortázar en su carta de cierre: “Tengo todo el derecho de sacudirme porque el arrinconamiento es injusto y de ninguna manera creo responder a la imagen hiperbolizada que de mis conceptos ha hecho usted en su respuesta”. (Pág. 97)
Al término de estas notas sobre aquella encrucijada del lenguaje, quisiera regresar sobre un par de preocupaciones colaterales planteadas por Collazos. Aunque la primera de éstas fue refutada con solvencia por sus dos brillantes contradictores, la Historia se ha encargado de barajar las cartas apelando a su caprichoso estilo. Me estoy refiriendo a la inquietud de Collazos por la preconización de los experimentos formales en la novela, por la truculencia expresiva sin asideros claros en los requerimientos propios de la historia narrada. Esto, desde luego, dificulta innecesariamente la lectura de los textos. Pues bien, tras el advenimiento de las cruentas dictaduras fascistas en los años 70 de nuestro continente —Pinochet, Videla, Bordaberry y compañía—, una gran parte de los escritores del post-boom optó por regresar a una narrativa mucho más mimética, mucho más cercana al entorno real inmediato. Asimismo, esta profusa tendencia novelística se distanció del experimentalismo característico del Boom y generó lo que algunos críticos han denominado “la reconciliación con la trama”; esto es: un tipo de novela cuya escritura resulta mucho más amigable con el lector.
El otro aspecto en el cual aquel joven Collazos ha terminado teniendo la razón se refiere a los epígonos de los grandes escritores y su banalización industrial del hecho literario. En este punto, su inquietud consistía en recordar la manera como las conquistas formales llevadas a cabo por autores señeros —las cuales siempre juegan un papel renovador en la literatura— terminan siendo absorbidas por la mercadotecnia editorial. Dicha asimilación comercial representa un empobrecimiento de nuestro campo artístico, pues su horizonte de búsqueda no es otro que la homogenización del gusto lector. En la actualidad, éste es un hecho cumplido respecto de algunos maestros del Boom latinoamericano. Tal es el caso de ese pálido “realismo mágico” facturado por imitadores y destinado al consumo masivo, lo cual se sitúa en las antípodas de la literatura. Pero quisiera cerrar esta reflexión y estas palabras de homenaje afirmando que donde mejor podemos advertir hoy la vigencia de Óscar Collazos es en su inagotable actitud analítica, en esa irrenunciable vocación crítica que ejerció hasta el final de sus días, en esa vasta obra que nos legó y que seguirá acompañándonos durante los años por venir.


Cali, mayo 29 de 2015. 


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Alejandro José López Cáceres interviene



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Texto: AQUELLA ENCRUCIJADA DEL LENGUAJE:
UN HOMENAJE A ÓSCAR COLLAZOS (1942–2015)
NTC ... agradece al autor el aporte y la autorización para publicarlo
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sábado, 30 de mayo de 2015

Vida, pasión y literatura en Óscar Collazos. Por: Álvaro Suescún T. Revista Olas # 4, Marzo de 1985.

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24 de mayo de 2015

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Vida, pasión y literatura en Óscar Collazos

Por: Álvaro Suescún T.
Publicado en Revista Olas # 4, Barranquilla, Marzo de 1985.
NTC ... agradece al autor por sus valiosos aportes y por las autorizaciones para publicarlos
Álvaro Suescún y Óscar Collazos. 1985

Al llegar a Barranquilla – ayer, poco después del mediodía- Óscar Collazos recibió la bienvenida de una sofocante ráfaga de calor que poca mella pudo hacerle, acostumbrado como estuvo a otros recibimientos similares en La Habana o en Buenaventura, ciudades que en sus recuerdos marcaron momentos de los que aún hace ostentación.

La Cámara de Comercio lo invitó para  dictar una conferencia sobre La Modernidad de la Literatura Hispanoamericana. El auditorio fue superior al espacio y muchos se esforzaban por escuchar el derroche de su ilustración desplazándose por fechas, cifras, y anécdotas que han sido llevadas al salón de la fama de su memoria emotiva. Habló a placer de la obra de José Martí, Rubén Darío, Amado Nervo, Vicente Huidobro, José Asunción Silva, Cesar Vallejo, Nicolás Guillén, Jorge Luis Borges, entre otros escritores cuyas obras considera nuestra respuesta al romanticismo tardío que se conoció con el nombre de modernismo.

A la hora del almuerzo el periodista Carlos Flores Sierra lo ha tomado de su cuenta, y es en su apartamento este encuentro. En los antecedentes tuvimos una conversación nutrida en la que participamos con el anfitrión y su yerno, José Luis Rojas, quien además, funge como editor de la revista Olas. No pudo evitar en algún momento preguntar por Germán Vargas, a quien le está debiendo un abrazo. Se lo ha perdido por estar en Bogotá por estos días.

Acomodados en un ambiente plácido, previamente refrigerado, bajo la tutela de un par de obras de Loochkartt y de un carboncillo de Joan Mallol, alrededor de una carreta típica que Mirian Prieto, trajo de Costa Rica y que, en su casa, sirve para guardar en su colorido costillar una conveniente ración de licores que vamos consumiendo en la misma medida en que agotamos la conversación. Collazos hace una previa en la que nos introduce en sus primeros contactos con Germán, y otros escritores e intelectuales que halló en la capital, cuando llegó allá por vez primera, en los años 60s.
Desfilaron por sus recuerdos personajes como Marta Traba, Germán Espinosa, Santiago García, Enrique Buenaventura, Luis Fayad, Mejía Vallejo, J. Mario, entre otros intelectuales que, en bloque, se proponían un enfrentamiento a los valores tradicional en la cultura colombiana. No tenía veinticinco años. Son aquellos días en los que publica sus primeros relatos, experimentales, que deslumbran por su fuerza, por el tratamiento diferente en el manejo de la técnica literaria en los que desnuda a sus protagonistas en la intimidad de sus pensamientos, dándole amplitud a sus  sentimientos, intentando reflejar la situación de nuestro mundo. Sus cuentos son realistas y se desenvuelven en entornos urbanos.
Con las primeras de cambio nos da cuenta de que es un escritor progresista. En 1969, siendo director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, en Cuba, adelantó un debate escrito con Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa sobre la relación entre escritura y compromiso político, poco después se fue a vivir en Europa, muchos años, dedicado a la novela, al ensayo y al periodismo. Así, whisky en mano, adelantamos nuestra primera pregunta para conocer qué tanta afinidad hay entre sus libros y sus experiencias personales, su biografía.

-Esa relación entre los libros y la biografía viene a ser el punto de partida fundamental. Borges dijo, en alguna parte, que todo escritor inventa sus precursores, difícilmente se podría negar esta aseveración. ¿En qué medida un escritor como Collazos inventa a sus precursores?
-Se inventan por aquello que Goethe llamaba "afinidades electivas"; un lector encuentra mayor familiaridad con ciertos libros y con ciertos autores; uno encuentra que este autor y no otro, está más cerca de las experiencias, más cerca de la sensibilidad, más cerca de la voluntad de crear. En esa medida, pues, uno inventa a sus precursores, uno inventa una línea a seguir. Esa línea seguida ya se diferencia de esa primera fase del aprendizaje, -dice.

- ¿Integraste algún grupo literario en esos comienzos? -le pregunto.
-Mi formación caótica de lector se corresponde con mi formación caótica de escritor, -dice. Una vez retirado de la facultad de sociología de la Universidad Nacional inicie eso que podría llamarse mi carrera de escritor. La bohemia se compaginaba con la voluntad de escribir. Había que crear una especie de tribu. El ejercicio de la literatura, sobre todo en este país, donde es bastante marginal, en donde los escritores somos viajeros de tercera clase, donde solo somos reconocidos socialmente cuando nos llega la fama o la fortuna, en un país como este se exige que el escritor busque a sus semejantes, se proteja entre ellos. Así que, por necesidad de autoprotección empezamos a crear grupos de amigos. Esta situación no era nueva; está en la historia de todas las literaturas o, al menos de la literatura contemporánea. En una época estos grupos se llamaron movimientos, en otras se llamaban tendencias, pero ya es imposible hablar de tendencias o de movimientos porque la historia de la literatura del siglo XX es la historia de la dispersión y de la conquista de la libertad, así que solo nos quedaban la fraternidad y la amistad. En este sentido, pues, transcurren mis primeros años de escritor.

-Todo escritor –le digo-, va siendo una suma de etapas, en las que va haciendo conciencia del mundo al que pertenece, donde nació, donde inició y se desarrolla su dinamismo vital. ¿Dónde y cómo fueron tus inicios?   

-Mi padre, caleño ávido de aventuras, -dice-, se había sumado a un grupo compuesto por algunos antioqueños, unos caldenses y otros vallunos para colonizar la selvática zona aledaña a lo que posteriormente se conoció como Bahía Solano, en el Chocó sobre el océano Pacifico. Allí se había proyectado localizar la desembocadura de un canal interoceánico que competiría en mejores condiciones con el actual de Panamá por su privilegiada ubicación geográfica y estratégica. Además, se instalaría un importante puerto pesquero y un centro maderero de importancia. Esa ilusión les duró algunos años hasta que el paludismo, el desencanto y la ceguera de la clase dirigente fueron menguando sus ilusiones y sus ímpetus y los fue matando uno a uno. Allí nací y allí viví hasta los siete años cuando mi familia se trasladó a Buenaventura por obligadas circunstancias: En los días siguientes al asesinato de Gaitán, durante la revuelta que se desencadenó, los liberales de Bahía Solano –que eran sus amigos- se dieron cuenta de que mi padre era conservador, así que le dieron por encierro nuestra propia casa y de vez en cuando iban a visitarle para practicarle alguna requisa; después de esta operación se quedaban tomando aguardiente hasta altas horas sin hablar de política. El decidió cortar con aquella situación trasladándonos con nuestros bártulos a la ciudad costera de mejores perspectivas.

-Su voz es recia, convincente, y la acompaña con los malabares que dibuja en el aire una de sus manos mientras en la otra consume un cigarrillo de tabaco negro, francés. Es un torrente de palabras.
-En Buenaventura comienza mi educación para la vida –continúa, él-. Una buena parte de mi infancia y la más turbulenta adolescencia, hasta cumplir los veinte años,  estuve ligado a ese puerto internacional repleto de burdeles y desarraigados. Durante mi bachillerato conocí a un extraordinario hombre, el profesor Martínez, quien me daba algunas cosas para leer. Estoy seguro que de allí arranca mi afición por la lectura. En mi casa solamente había unos cuantos ejemplares de Reader's Digest y de Mecánica Popular, antes había leído penecas de Hopalong Cassidy, El Enmascarado de Plata, Red Ryder escribía poemas malísimos con marcado acento de Castro Saavedra y de Neruda y con ellos me ganaba algunos premios en los concursos colegiales. Los primeros libros que tuve los robé en la biblioteca del colegio, después los compraría, generalmente de segunda mano. Mi casa estaba al lado del matadero municipal, estaba rodeada de chozas y tugurios llenos de negros, en las noches se escuchaban sus lamentos rituales hasta el amanecer. Mis noches eran también las noches del chagualo, de los cantos fúnebres, de los ritos espirituales. Allí conocí y bailé la guaracha -que entonces no se llamaba salsa, como ahora-, era también muy marcada la discriminación racial, los notables de la ciudad se habían apoderado de los centros sociales, de los altos cargos de la aduana y de las mejores posiciones en la rama administrativa. Ellos eran todos blancos.

- La vehemencia no desaparece, tampoco mengua la catarata abierta de sus frases. Una rápida ojeada por los terrenos de su vasta obra literaria hace notar la manera como quedaron aquellos recuerdos en la costra de su mente. En los libros de cuentos El verano también moja las espaldasSon de máquina, así como en la novela Los días de la paciencia (1976), existen algunos episodios en los cuales la discriminación racial es puesta sobre el tapete, allí se habla de una separación cultural que existe en las fronteras de las razas, la negra -supuestamente costeña-, y la blanca -supuestamente andina-. Allí también ha quedado consignada la estricta rigurosidad en el tratamiento de la familia, padres que prohíben a sus hijos las relaciones y la compañía de aquellos, ilusoria advertencia que carecía de asidero práctico por cuanto aquel niño estaba rodeado de un mar de negros por todas partes.
- Me fui para Bogotá –dice- con la intención de estudiar sociología en la Universidad Nacional. Ya había publicado mis primeros cuentos en El Espectador. De las clases poco me importaba, casi todo el tiempo estábamos tirados sobre los prados leyendo literatura, haciendo comentarios de textos, lecturas en grupos. Por aquellos días conocí a Camilo Torres quien, junto a Fals Borda, insistió para que no me retirara de la carrera, pero ya las cartas de mi vida estaban echadas. Regresé a la aventura de Cali, una vida bohemia, repleta de episodios subyugantes: me vinculé al Teatro Escuela de Cali, TEC, y a Enrique Buenaventura, su director. Escribí obras para teatro que tuvieron una tardía repercusión. Escribí y recopile unos cuantos cuentos para concursar en el Festival de Arte de Cali en 1965. Gané. Aquel libro se convirtió, un año después, en El Verano también moja las espaldas, publicado en Medellín por una pequeña editorial que sobrevivía gracias a los estados anímicos y los pocos financieros que le insuflaban Óscar Hernández, Manuel Mejía Vallejo y Darío Ruiz Gómez. Se llamaba Papel Sobrante. Por aquellos días se estrenaron mis obras para teatro “Qué tal chicos” y “El Soldado Paz que nunca fue a la guerra”, basada en el asesinato de un militante del Movimiento Obrero Estudiantil Campesino (Moec) que prestaba su servicio militar en la Tercera Brigada. Con esta obra gané el primer premio de un concurso nacional de teatro. Fue entonces cuando mis amigos de Medellín me propusieron irme a vivir a la bella villa. Con un poco de periodismo, alguna monitoría en una Universidad, y con algunas conferencias que dictaba, con esas cosas sobrevivía.

- De Medellín trajeron ahora algunas noticias. Se acaba de realizar allí un ciclo de conferencias sobre la ciudad en literatura, una de las mejores ponencias fue presentada por uno de los integrantes del Nadaísmo, quizá su mejor exponente, Jaime Jaramillo. Curiosamente allí el escritor antioqueño enrostra a los nuevos en esta actividad por su inercia, por su carencia de combatividad y de enfrentamiento a la heredad de sus mayores. Se recordará que de Collazos fueron conocidos sus enfrentamientos con el Nadaísmo que surgió lanza en ristre contra todas las generaciones literarias que le antecedieron. Collazos, pese a ser uno más de su generación, nunca comulgó con ellos. Es más, fueron frecuentes sus polémicas. Gonzalo Arango, que fue finalista en los concursos que ganó Collazos, le dedicó una de sus célebres catilinarias. Él los recuerda, pero no le agrega mayor importancia a estos episodios. Sigue de largo, es una ráfaga.
- Bogotá 1967. De esa época es rescatable el trabajo que realizamos junto a German Vargas y Plinio Mendoza en un periódico partidista, "Encuentro liberal". Por aquellos días se restablecieron las relaciones diplomáticas con la URSS e invitaron a una serie de personalidades, entre las que cabía un escritor joven. Yo fui el escogido. AI regreso pensé que no debía retornar como cualquier montañero, así que me quedé en Europa un tiempo adicional para intentar vivir la aventura parisina. Estando allí reventaron los acontecimientos de Mayo del 68. Vivía en un cuartucho con buena iluminación y el resto lo obtenía gracias a los amigos, a las traducciones y a las clases que dictaba. Al finalizar ese año retorné a Medellín. Había dispuesto mis cachivaches para instalarme durante un tiempo prolongado cuando recibí una invitación para hacer parte del jurado del concurso Casa de las Américas, iba por un mes solamente. Pero en esos días Mario Benedetti regresó a Montevideo luego de su enorme cantidad de años en el exilio, dejando a mi cargo su trabajo de director en el Centro de Investigaciones Literarios de La Habana. Eso me duró un par de años en los cuales no escribí ningún texto narrativo. Tuve, sin embargo una gran experiencia, pues debí ponerme al día en el conocimiento de nuestra literatura, de allí resultó un libro sobre los vanguardismos y varios textos sobre literatura latinoamericana. En ese tiempo tuve la fortuna de conocer y entablar amistad con Mario Benedetti, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Galeano, Juan Goytisolo, René Depestre, Fernández Retamar, Jean Franco, Marta Lynch, Margaret Randall, entre otros. 

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A finales de 1969, Ángel Rama me pide para el semanario “Marcha”, de Montevideo; un ensayo sobre la relación entre escritura y compromiso político. Escribí "La encrucijada del lenguaje" ( 1 ). Vargas Llosa y Cortázar también escribieron sobre el asunto y se desarrolló un gran debate de réplicas sucesivas que fueron seguidas en todo el continente, y cuyo contenido se publicó un año más tarde en México, por la editorial  Siglo XXI, bajo el título Literatura y revolución y revolución en la literatura, con la recopilación completa de la polémica. Corregí Los días de la paciencia que había comenzado a escribir en Medellín y que había finalizado en Paris. Aquellos fueron días de reflexión político cultural, años de enriquecimiento en el campo de la formación ideológica. De La Habana seguí para Estocolmo a donde había sido invitado por una amiga Sueca.
Terminadas las relaciones que motivaban mi presencia en aquel país regresé a Colombia para trabajar como corresponsal de Prensa Latina durante un año. Después, desde octubre de 1972, estoy en Barcelona. Al comienzo no fue nada fácil, a alguien le explicaba los conflictos que representaron para mí la elaboración de los textos que integraron “Crónicas de tiempo muerto”, con el que fui finalista del Premio Biblioteca Breve de Novela, en su primera versión, galardón que es concedido anualmente por la editorial Seix Barral a una novela inédita en lengua castellana. Colaboré como lector en editoriales españolas y en revistas culturales de la ciudad Condal, donde frecuenté a los escritores Juan Marsé, José Maria Castellet, José Agustín y Luis Goytisolo, Enrique Vila-Matas y Cristina Fernández Cubas, además estaban los grandes, los miembros del denominado Boom latinoamericano, José Donoso, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez -entre otros-  tenían allí su habitual sitio de residencia. Existía, además, una gran industria editorial, sin embargo nada de eso se constituye en el motivo de mi viaje a esa ciudad. Viajo en pos de una mujer de quien me he enamorado y se ha ido a vivir a Barcelona”.

Óscar hace una pausa, para encender un nuevo cigarrillo, luego apura un sorbo largo de whisky, le digo que es de la editorial Lumen, de Barcelona, la colección Palabra Menor, que dirigía Cristina Peri Rossi, junto a Collazos que allí publica A golpes, recopilación de seis de sus cuentos están autores como Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Felisberto Hernández Ana María Moix, Max Aub y Beatriz de Maura. Agrego que un rápido recuento nos da los siguientes nombres de narradores Colombianos afincados en Barcelona: Rafael Humberto Moreno Duran, Héctor Sánchez, Luis Fayad, Magil, Ricardo Cano Gaviria. Pienso con malicia que allí tiene que existir un apetitoso bocado, un suculento anzuelo, algo más que un trino de canario al frente de un espejo en la caminata por las ramblas, al atardecer…., se lo digo.
- Mis peripecias biográficas de entonces me han marcado con una cierta actividad, sedentaria, quizá gustaba un poco retirarme de la edad de la razón lo que no obstaba para realizar una actividad un tanto turbulenta en la vida privada. Existe el intento por la recuperación de la actividad narrativa. Por aquellos días se publicaron Los días de la paciencia y ese que mencionas, A Golpes,  escrito enteramente en Barcelona y que marcó nuevamente mi regreso, también publique una serie de textos poéticos, ensayos, miscelánea que toma el nombre de Biografía del desarraigo que se publica por la editorial Siglo XXI, en Buenos Aires. En 1974 coincide la publicación de dos libros sobre cuentos y en el 75 aparece Crónica de tiempo muerto, ya prácticamente estoy trabajando al 100 %, dedicado en absoluto a las actividades literarias, incluyendo la actividad paralela de redactor para la enciclopedia Espasa y como colaborador de algunas publicaciones de la ciudad. Además, esporádicamente, como conferencista.
El año siguiente me regala el regreso a Colombia en un largo periplo que abarca desde Méjico hasta el Ecuador. Me estaciono en Bahía Solano un largo tiempo mientras rehago las cuartillas que conformarán después los Textos al margen, publicados por Colcultura más tarde”.

- Recuerdo haberlo visto la tarde anterior como un contertulio adicional, disparando palabras en un lenguaje claro, bien manejado, con un tono medido como quien intenta llegar  a la perfección del lenguaje: escribir y hablar y pronunciar ben. Ahora, allí al frente, con José Luis Rojas como testigo, reafirma esa actitud cercana a la prepotencia, a la convicción plena de saberse arañando la meta prefijada. Más tarde él señalaría que había escrito un libro sobre García Márquez para quitárselo de encima. Alguien afirmó, rotundo, que se trataba de un acto oportunista, él, escueto, respondió que tenía un gran archivo con recopilación de materiales relacionados con el Nobel que le estaba quitando espacio a sus zapatos.

- Un año más. Ahora Berlín. En 1976 había sido invitado por una organización cultural para transcurrir un año allí mientras adelantaba la preparación de un nuevo libro, era una beca auspiciada por Berliner Künstlerprogramm, de la que nació Todo o nada editado por La Oveja Negra. Más tarde realicé un texto de divulgación sobre André Malraux, después Jóvenes, pobres amantes, en el que está incluido el texto  De putas y virtuosas, junto a algunos trabajos especiales hechos por pedido de algunas editoriales. Este año hice un trabajo que a la postre me resultó interesantísimo, sobre los castillos de España, recorrí alrededor de diez de estos palacios reales y también logré terminar otro sobre los paradores nacionales, unas viejas casonas elevadas a la talla de monumentos históricos, convertidos en hoteles. Más recientemente entregué los originales de “Tal como el fuego fatuo”, título que me prestó gentilmente don Manuel de Falla, a la Editorial Plaza y Janes.
Ahora preparo la elaboración de un documento periodístico sobre la situación de Nicaragua. Hace diez años estuve allí por invitación de Pedro Joaquín Chamorro y Sergio Ramírez, y he regresado para palpar directamente las diferencias que se han establecido desde entonces. Traje de regreso una maleta repleta de información de campo: estuve en el archivo de Somoza, hice un diario con las charlas improvisadas y los encuentros con la gente que participó en el proceso, hice documentos sobre los frentes de guerra, sobre los contras, sobre quienes cayeron apresados por ellos. El único hilo conductor es el diario. Un par de meses me llevará el procesamiento de este material.

-Nos llaman a la mesa, y se interrumpen nuestros whiskies, que eran el pretexto de esta amena conversación que, sin embargo, tiene sus pausas para dar cuenta de un exquisito estofado que ha preparado la anfitriona. Ahora piensa recoger sus cuentos publicados por Pent-house en un libro ilustrado por el pintor español Antonio Saura, con este sumaria ya la veintena. Así es Òscar Collazos, autor que desde su primer libro fue acogido por los dos mejores escritores contemporáneos colombianos, Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio, y por Germán Vargas, quien propició este encuentro desde su impensable lejanía.

28 de febrero de 1985

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viernes, 29 de mayo de 2015

WILLIAM OSPINA y EL AÑO DEL VERANO QUE NUNCA LLEGÓ. Por ARMANDO BARONA MESA. Mayo 28, 2015

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WILLIAM OSPINA y EL AÑO DEL VERANO QUE NUNCA LLEGÓ

ARMANDO BARONA MESA


..........Texto leído por el autor en el evento del lanzamiento del libro en Cali. Mayo 28, 2015 *
NTC … agradece al autor el aporte y la autorización para publicarlo
Fotografía: Leonardo Medina Patiño 
Esta noche tenemos en Cali un motivo más para estar agradecidos con la vida. A  nuestro lado se encuentra un hombre al que mucho conocemos porque, venido del Tolima, aquí encontró una meta al inicio de sus anhelos y sueños. Conoció una universidad que para entonces era un laboratorio ideológico, la Santiago de Cali, y  de la que sacó algunas enseñanzas para su formación humanística, al matricularse en la disciplina universal del derecho. Es en esta rama del saber donde se encuentra patente la lucha del hombre por conquistar la justicia, por darle valores morales a los códigos, por encontrar el juicio como elemento social insustituible y el alegato jurídico. Cada una de esas cosas supone un triunfo del ser humano sobre la civilización negativa del pasado y abre espacios de solidez y ética al hombre.

Pero este invitado de hoy no iba a ser un abogado, porque de todo lo que estudió y de sus maestros grandes de esa época, lo que fue surgiendo, indeficiente en su espíritu, no era el trajín agitado y duro del jurista, sino una devoción depurada por la poesía, como el soplo divino del hombre, por la literatura como unas alas prestadas de Ícaro y por el ensayo como un instrumento del pensamiento inagotable.

Y este amigo, William Ospina, regresa hoy a esta tierra a reencontrar a aquel adolescente del cuaderno y los libros debajo del brazo, a recoger recuerdos esparcidos por tantos lugares y a volver a soñar. Solo que ese regreso lo hace hoy un hombre que se ha convertido en la figura más brillante de las letras colombianas. Y nadie discute esa verdad, así no se diga por el recelo esquivo de un reconocimiento público. Pero es palpable que en William se concentran las mayores potencias de una escritura integral y ecuménica, que gana su espacio en los silencios de las bibliotecas y en las charlas ilustradas donde se piensa y se discute abiertamente, sin retenes ideológicos ni temor a la verdad.

Después de haber recorrido el camino de una poesía intelectual y sensitiva     -Hilo de Arena, La Luna del Dragón, el País del viento- y de haber trajinado la saga de amores y aventuras de los conquistadores -Ursúa, El País de la canela, La serpiente sin ojos- con la descripción del paisaje agreste de un nuevo mundo gigante, con árboles mitológicos en medio de selvas, de tigres, de serpientes inmensas y de aborígenes metidos en el paisaje con flechas y cerbatanas envenenadas y certeras;  y de haber discurrido sobre el alma nacional, los eternos engaños, la frustración, la ignorancia como un elemento primordial del viejo status quo -Pa que se acabe la vaina-, una noche de septiembre de 2010, en Buenos Aires,  recluido forzosamente en el hotel por una tormenta, casi que por ociosidad, pero definitivamente por curiosidad, fue entrando en un mundo que no esperaba.

Descubrió una lejana reunión realizada el 19 de junio de 1816, que duró tres días en Villa Diodati, sobre las orillas del lago Leman en Ginebra, a la que concurrieron el poeta inglés Lord Byron, Mary Wollstonecraft, escritora inglesa y su hija Mary Shelley, esposa del poeta Percy Bysshe Shelley, también asistente y Jhon William Polidori. De esa reunión salió, entre otras cosas el libro El Vampiro escrito por la Shelley y Frankestein por Polidori. Simultáneamente en la lejana Indonesia había estallado un volcán en el monte Tambora, que inexplicablemente se mezcló con aquella reunión. Veamos cómo lo cuenta el propio William:   

         "Ya se sabe cómo es: de Mary Wollstonecraft pasé a Shelley, de Shelley a Byron, de Byron a Polidori, de Polidori a Villa Diodati, y a medianoche estaba leyendo sobre El paraíso perdido y sobre la visita que hizo Milton en 1638 a Galileo Galilei en Italia. En los días siguientes me interesé por la isla de Sumbawa, y por el contrahecho monte Tambora, que hoy tiene 2.850 metros de altura pero que hace dos siglos tenía más de 4.300. Me sorprendió que la erupción de un volcán a mediados de 1815, en Indonesia, hubiera sido una de las causas eficientes del nacimiento en Occidente de la moderna leyenda del vampiro y de la pesadilla del ser viviente hecho con fragmentos de cadáveres."

         Y de esa sucesión de momentos, inquietudes, curiosidades y sospechas nació un período de indagaciones que demoró cuatro años, que por cierto debió disfrutar mucho nuestro escritor -así lo sentimos con gran cariño-, al cabo de lo cual vio la luz la novela "El año del verano que nunca llegó", editado por Literatura Random House que hoy viene a presentar, en esta noche, a la ciudad de Cali.

         Cuatro años demoró la indagación sobre los personajes que fueron adquiriendo movimiento en la mente de William Ospina, la lectura de libros colaterales que hicieron parte del cortejo, la fantasía creando ese mundo que hoy solo intuimos, pero sobre el cual mañana estaremos enriquecidos, una vez más, por la pluma prodigiosa de este caleño por adopción que se formó en estas calles, en el Café de los Turcos, en los cines y al que todavía le sobraba tiempo para oír el rezongo de un bandoneón en la nostalgia recogida de un bar de tangos.
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*** 28 de mayo, 2015, Cali, 6:30pm



EL AÑO DEL VERANO QUE NUNCA LLEGÓ 

William Ospina 

Lanzamiento del libro

Presenta: Armando Barona Mesa 

Lugar: Salón Madera, Centro Cultural de Cali, Cr. 5a. No. 6-05. 

Entrada libre 

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NTC ... ENLACES: 



Publicación en El País .com (Cali), Mayo 28, 2015 
http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/hoy-escritor-william-ospina-presenta-cali-su-obra-ano-verano-nunca-llego 
(Edición impresa: recorte arriba) o

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FOTOGRAFÍAS del EVENTO: 


William Ospina

Ruby Montua, Armando Barona Mesa, Adolfo Vera Delgado, William Ospina y Hugo Carmona
Fotografia:  Leonardo Medina Patiño



Leonardo Medina Patiño, ... ..., Armando Barona Mesa, Ruby Montua, ... ..., Adolfo Vera Delgado, 
Hugo Carmona, Orlando Cajamarca y Medardo Arias
Fotografia:  Leonardo Medina Patiño


ALBUM: 

EL AÑO DEL VERANO QUE NUNCA LLEGÓ. William Ospina. Cali, Mayo 28, 2015
https://picasaweb.google.com/111515077843964359836/ELANODELVERANOQUENUNCALLEGOWilliamOspinaCaliMayo282015#

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